Fiorella Vindas es originaria de las Juntas de Abangares, Guanacaste; mismo lugar en el que sus padres se enamoraron y decidieron formar una familia. La joven, de 20 años, se crió allí junto a su hermana mayor, sin ningún interés en el modelaje.
Desde los 7 años hasta los 18 jugó voleibol y a partir de los 16 fue convocada en selecciones nacionales de categorías menores. Pero en un vuelco inesperado del destino, cinco días después de su cumpleaños número 18 y sin todavía dominar el inglés, estaba aterrizando en Barcelona, España, en el primero de muchos viajes gracias al modelaje y un talento recién descubierto.
“Yo amo a Costa Rica con todo mi ser, lo llevo en mi corazón, pero vivir afuera es una experiencia muy diferente. Hay muchas cosas que ver y probar, que tal vez yo, viniendo de un pueblito tan pequeño, nunca tuve la accesibilidad. Entonces claro, yo no quería regresarme”, comentó la modelo.
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En Barcelona, en teoría, se quedaría apenas unos meses para abrirse paso en la industria del modelaje europeo, pero su éxito fue alargando la estadía en el Viejo Continente. Después de este paso por España, pasó a vivir seis meses en Londres, Inglaterra.
“A Londres siempre tienes que volver, pero no es mi lugar favorito por el clima. Ahí mismo aprendí inglés, lo estudié, pero a mi manera. Veía series, leía, ponía el idioma en práctica escuchando a los británicos hablando y ahorita lo manejo un 95%”, declaró Vindas.
Actualmente, ha trabajado en campañas publicitarias para marcas de lujo como Balmain, Jacquemus, Armani y Louis Vuitton. Además, ha participado en múltiples pasarelas, entre las que se destaca la Semana de la Moda en Milán y París.
“Me encanta participar en campañas grandes, ver cómo funciona todo desde dentro y luego ver el corte final de lo que se publica. Yo siempre he dicho que es como jugar a los muñecos cuando uno estaba pequeño: un día puedes ser espía, al siguiente médico, otro pretendes ser un actor famoso... es muy cool, la verdad”, relató.
Su incursión en el modelaje inició desde que tenía 15 años y ha sido un largo camino de vivencias y retos hasta para sus padres, quienes tuvieron sus dudas y miedos al principio. Fiorella Vindas narró con detalle estas experiencias a La Nación.
Según comentó Fiorella, ella nunca estuvo interesada en el modelaje y llegó a esta industria por una amiga de la Selección Nacional de Voleibol de Costa Rica.
“Ella fue la persona que me presentó a la persona correcta, que a su vez me presentó a otra persona correcta”, comentó antes de soltar la risa.
El primer casting que realizó fue en el 2019 con la agencia costarricense The Aegency, gracias a su actual mánager y director de la empresa, Rob Chamaeleo. En ese momento le solicitaron quedarse unos días más en San José para realizar pruebas en sesiones fotográficas.
“Yo al principio me negué y decía que jamás, que cómo yo iba a ser modelo y que verme en tacones era una cosa fatal. Mi hermana fue la que me convenció, me dijo como: ‘Mae, que usted haga un casting no significa que ya va a tener un contrato. Solo vaya y prueba, no se sabe qué va a pasar. Desde el momento uno en que me paré frente a esa cámara me di cuenta de que eso era lo que quería hacer de por vida‘”,
Posteriormente llegó la pandemia de la covid-19 y, junto a una inmensa avalancha de consecuencias negativas para el mundo, cesó la actividad de su gremio. No obstante, este periodo fue importante para su formación personal.
“Yo me dediqué esos dos años a aprender a usar tacones, a posar viendo videos en YouTube, a ver pasarelas... cosas más teóricas. Cuando la situación de la pandemia se volvió más manejable, empezamos a trabajar más fuerte hasta que cumplí la mayoría de edad, que es cuando te dejan salir del país”, recordó.
No te voy a mentir, al principio cuando llegué me era muy difícil mantenerme en las medidas, en el peso que tengo que estar para que los pantalones se me vean bien, para esto y lo otro. En Costa Rica era muy delgada y me sentía la más acomplejada; en Europa gané un poco más de peso y me siento mejor conmigo mismo, pero la industria, no te lo dice, pero notas que te llegan menos ofertas de trabajo.
“En el primer año le quieres quedar bien a todo el mundo. Ahora he aprendido a manejarlo y he entendido que lo más importante es que yo esté feliz. Yo prefiero comerme unas galletas, sentirme bien por eso, y compensarlo con el ejercicio. Haber sido deportista me ayudó a que mi cuerpo esté trabajado y se tonifique más fácilmente”, explicó.
Algunos dirían que las modelos están súper ocupadas y pasan trabajando; pero no es tan así. Si eres muy buena, puedes trabajar cuatro días a la semana, pero lo más común son dos o tres. Tienes mucho tiempo libre pero no puedes estar encerrada en la casa todo el día. Hay que saber manejar la vida, el trabajo, el gimnasio y la alimentación.
Normalmente, mis amigos son los modelos. Tal vez a un modelo que viste hace tres países atrás, lo vuelves a ver y reconectas. La gente piensa que uno ya se acostumbró a despedirse, pero uno no se acostumbra nunca. Al final, todo depende de lo fuerte que se haya hecho el lazo durante el tiempo. Por ejemplo, yo tengo a mi mejor amigo en Costa Rica, que lo amo con todo mi ser, y no lo llamo nunca. Él me escribe a veces, hablamos cinco minutos y la relación sigue intacta; yo vuelvo a Costa Rica y siento que no ha pasado ni un día desde que no lo vi.
Yo tengo mi propio contador, prefiero pagar cierta cantidad por mes y estar tranquila. También tengo mis ahorritos, en un jarrito que se llama “mi casita del bosque” y algún día se llenará y me podré comprar mi casa en Monteverde, que es lo que tanto quiero.
“Mi mamá ya me lo ha dicho: ‘Fiorella, tiene que ahorrar’. La que más me mantiene los pies en la tierra es mi hermana, porque le pregunto qué le parecen ciertos gastos y me dice: ‘No gaste plata, no sea estúpida’”, añadió.
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Fiorella Vindas es hoy es la cara del lujo, representante de marcas que la mayoría no podremos tener. Innegablemente, su carrera está ligada a las ciudades finas y el no parar. Turquía, China, Italia y Francia son solo algunos de los destinos que frecuenta. Aunque pasa contando los días para volver a Costa Rica de vacaciones, confiesa que está más que hallada en su vida nómada.
“La carrera de una modelo no tiene fin hasta que ella decida. Yo, personalmente, creo que al cumplir mi meta de hacer un show para Versace y tener mi nombre en la industria, no me molestaría retirarme en ese momento. Pero, por mí, me quedo hasta que la industria me diga: ‘Ya, Fiorella, vete para Costa Rica y relájate’”, aseguró Vindas.
Por la pasarela de su vida laboral aún faltan muchos desfiles. Sin embargo, asegura que este mundo, del que jamás imaginó formar parte, no se parece a la vida que anhela en el futuro. Vindas tiene claro su objetivo: sacarle el máximo provecho a su oficio, volver al país para montar algún negocio y vivir inmersa en el bosque lluvioso, “alejada de la gente”.
Quizá, en algunas décadas, en lugar de la historia de “la voleibolista de Abangares convertida en modelo de marcas de lujo”, alguien contará la de “la prestigiosa modelo que se fue a vivir en paz, escondida en Monteverde”.