Paul Kagame ha ganado las elecciones presidenciales de Ruanda con un 99.15% de los votos. El resto de los apoyos quedaron divididos entre los candidatos Frank Habineza (0.53%) y Philippe Mpayimana (0.32%). No ha ocurrido nada inesperado. Nadie dudaba de la victoria del hombre que comenzó a gobernar Ruanda como vicepresidente en 1994, para convertirse en presidente indiscutible desde el año 2000 hasta la fecha y que hoy celebra su cuarto mandato consecutivo.
La credibilidad de los resultados es relativa. Y la activista política ruandesa, Nadine C. Kasinge, indicó en su cuenta de X tras conocerse los resultados que “si Paul Kagame no puede permitirse una competición electoral creíble, es porque sabe muy bien que no puede ganar. Es tan simple como eso”. Debe tenerse en cuenta que la carrera electoral ha estado marcada por las irregularidades habituales bajo el régimen de Kagame, donde el mejor ejemplo puede encontrarse en la familia Rwigara, cuyos miembros han sido o son opositores políticos de gran notoriedad frente a Kagame. El padre, Assinapol Rwigara, sufrió un accidente de tráfico que acabó con su vida en 2015; la hija mayor, Anne Rwigara, falleció en 2023 por “un fallo multiorgánico”; y a la hija menor, Diane Rwigara, le fue vetado presentarse a las elecciones de este año, igual que se le prohibió hacerlo en 2017. Esta historia se repite de forma similar con un cúmulo de opositores políticos, activistas y periodistas ruandeses.
La figura de Paul Kagame se encuentra situada de forma permanente entre el aplauso y la crítica. Su éxito en el desarrollo de Ruanda es innegable (el PIB del país africano ha pasado de 753 millones de dólares en 1994 a 13.000 millones de dólares en 2022). Igual que puede considerarse al presidente ruandés como el artífice de la reconstrucción social de su país tras el genocidio de 1994.
Pero un lado oscuro de la moneda se encuentra en el país vecino. Numerosos informes de Naciones Unidas indican que Paul Kagame financia, arma y entrena desde hace años al grupo rebelde M23, que opera en el este de República Democrática del Congo y que ha provocado una grave crisis interna de desplazados. Asimismo, periodistas y organizaciones internacionales han demostrado en repetidas ocasiones que la mayoría del oro congoleño se cruza por medio del contrabando a Ruanda, de manera que el 30% de las exportaciones del país africano se deben a este metal… sin que haya una sola mina de oro en suelo ruandés.