Aunque hace relativamente poco tiempo desde que la chía se ha hecho un huequecito en nuestra gastronomía, hay constancia de su éxito desde la época de las civilizaciones aztecas y mayas , cosa que no debe extrañarnos tras conocer todas sus propiedades. La chía procede de la planta Salvia Hispánica y aunque se cultiva en zonas tropicales, a día de hoy su consumo llega a prácticamente todas las partes del mundo. De hecho, ha pasado de ser un alimento prácticamente desconocido en nuestra cultura a ser un básico en la mayoría de las cocinas y un topping imprescindible en muchas de nuestras recetas, pero todo esto tiene una explicación. A pesar de su diminuto tamaño, está repleta de nutrientes. Destaca principalmente por su alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados , sobre todo de ácido alfa linolénico, un ácido graso de cadena corta de la familia de los omega-3 , implicados en el buen funcionamiento de nuestro organismo y en la prevención de enfermedades crónicas no transmisibles como la dislipemia, hipertensión, cáncer y enfermedades neurodegenerativas entre otras ya que: - Tienen la capacidad de disminuir la concentración de triglicéridos en sangre y la presión arterial, previniendo de esta manera la enfermedad cardiovascular. - Presentan un papel protector ante diferentes enfermedades neurodegenerativas como es el Alzheimer. - Contribuyen en la formación de la membrana celular y por tanto son importantes para un correcto desarrollo durante el crecimiento. - Su función antiinflamatoria contribuye a reducir el dolor articular, la inflamación y por tanto mejorar la movilidad. También, son muy ricas en fibra, sobre todo fibra insoluble , lo que les convierte en un alimento idóneo para combatir el estreñimiento, ya que contribuye en el aporte de volumen a las heces y favorece el paso de los alimentos del estómago hasta el intestino delgado. Además son ricas en proteína vegetal, minerales y compuestos antioxidantes, principalmente de isoflavonas, sustancias naturales bioactivas que al bloquear los radicales libres producidos por el estrés, la contaminación, los malos hábitos patologías son capaces de retrasar el envejecimiento celular y reforzar nuestro sistema inmunológico, lo que nos ayuda a prevenir multitud de enfermedades . Estoy segura de que en más de una ocasión habréis escuchado que antes de consumir la chía debemos hidratarla y aunque no es del todo necesario, si que es más que conveniente y te cuento por qué: La chía, en su superficie contiene fitatos, unos compuestos antinutrientes que pueden interferir en la absorción de algunos de sus minerales como el hierro o el zinc y cuya forma de inhibirlos es mediante la hidratación o la cocción, por lo que a no ser de que vayamos a someter las semillas a altas temperaturas durante su preparación, conviene que las hidratamos. Además, al dejarlas a remojo, ablandamos un poquito la cáscara y pueden deshacerse más fácil en nuestro sistema digestivo, cosa que en realidad no es del todo necesaria ya que su cáscara es bastante blanda de por sí. Pero lo más importante que conseguimos tras dejarlas en un medio acuoso, ya sea agua, lácteo, bebida vegetal o zumo, es que la semilla, gracias a su alto contenido en mucílagos, quede envuelta en una especie de gel viscoso que retrasa el vaciado gástrico y el tránsito intestinal a la vez que regula los niveles de glucosa en sangre. Realmente bastará con dejarla a remojo unos 15-20 minutos , pero incluso para los que por las mañanas van a toda prisa, se pueden dejar una o dos cucharadas de chía en leche o bebida vegetal durante toda la noche hidratando en el frigorífico y tendremos un desayuno con más beneficios aún para nuestra salud. Puedes saber más de Elisa Escorihuela a través de su cuenta de Instagram: @eliescorihuela , su labor en el Centro de Nutrición Nutt y en su libro 'Dietoterapia'. Además puedes leer todas las recomendaciones nutricionales que recogen sus artículos en ABC de 'Aula de nutrición'.
