En Barcelona hay más restaurantes que ofrecen la japonesa ramen que sopa de farigola (tomillo) y más ceviche peruano que nuestra tradicional esqueixada de bacalao. Y también se produce la paradoja de sobresalir con éxito la cocina catalana fuera de la capital en detrimento de la propiamente barcelonesa, de forma que encontrar propuestas de pura cocina tradicional de la Ciudad Condal se antoja la búsqueda de una aguja en un pajar. Para ponerlo más fácil, el restaurante Windsor propone por segundo año consecutivo el menú Barcelona, un viaje culinario para descubrir la auténtica cocina barcelonesa, tan típica como propia del siglo XX, de la mano del chef David Rodríguez, que se ha inspirado en las recetas que el gastrónomo y periodista Néstor Luján dejó descritas en el libro «Veinte siglos de cocina en Barcelona». Los ocho pases que integran el menú Barcelona que se ofrece por 55 euros sin bebida, son un homenaje a la rica cultura gastronómica de la Ciudad Condal a través de platos que han hecho historia y que han sido actualizados a nuestra época pero con total respeto a los procedimientos del pasado, subraya el chef. Integran los aperitivos tres propuestas que se sirven de golpe bajo la dirección del jefe de sala Tomás Hurtado, que recomienda empezar por la langosta con salsa tártara del Hotel Ritz, seguir por el pato a la naranja del Cau Ferrat y una receta típica de la cocina popular: la tradicional sopa de tomillo, todo ello regado con Taleia 2020 de la bodega Castell d'Encus, situada en Talarn, en el corazón de la comarca Pallars Jussá, un vino cien por cien Sauvignon Blanc cultivado a 900 metros de altitud a orillas del pantano de Sant Antoni y que presenta notas de paja recién segada, fresca y ligeramente húmeda, que entra en boca con nervio y cuya cierta glicerina resulta igualmente compatible con el glamour de la langosta, el sabor intenso del pato no cocinado a baja temperatura, sino como se hacía antes, y la ligereza de la sopa de tomillo que prepara el estómago para seguir con el barcelonés menú. En cuanto a los platos principales, también hay recetas típicas de la cocina popular barcelonesa como el bacalao con patatas y alioli o el cordero con chanfaina dulce a base de productos del Maresme. Completan la propuesta los míticos canelones Rossini de la Maison Doree , carnes maridadas con el tinto de la finca Espolla de Perelada, un DO Empordà de 2021 coupage de monastrell y syrah, variedades cultivadas en esta finca única de característico suelo de pizarra negra y que deja el sabor de la madera en que ha envejecido durante18 meses en barricas de roble francés Allier. Los vinos forman parte de la vinoteca del Windsor, con unas 450 referencias a cargo del sumiller Christian Aragone. Como postre, sorprende la Crepe Suzette del restaurante Glacier, también desaparecido , seguida de unas chocolatinas que recrean los panots de Barcelona, las típicas baldosas de la ciudad, junto a los tradicionales barquillos o «neules», todo ello sobre un auténtico panot tamaño natural que hace las veces de plato. Joan Junyet director del Windsor y también es su propietario, recibió hace dos años el Premio Nacional al Mejor Jefe de Sala por la Academia Catalana de Gastronomía y Nutrición . El establecimiento mantiene una cuidada estética que se antoja el hall de un glamouroso hotel, con sillones y puerta automática y barra siempre adornada con flores naturales. También dispone de un bufet revistero con publicaciones de moda y gastronomía, y varios reservados, además de una terraza acondicionada para comer o cenar que complementa los salones interiores. Cuando Windsor abrió en 1996 en el número 286 de la calle Córcega lo hizo con el objetivo de recuperar el ambiente clásico de los restaurantes de siempre. Entonces, Joan Junyent tenía 23 años y trabajaba en el restaurante del ya desaparecido Casino de Barcelona en Sant Pere de Ribes, mientras acababa los estudios en la Escuela de Hostelería de Barcelona. Empezó a trabajar como camarero en Windsor y solo nueve meses después recibió el encargo de dirigir la sala. Antes de hacer su primer año como maitre, ya era el director. La mayoría del personal lleva mucho tiempo en el restaurante, como el chef David Rodríguez (18 años) o Tomás Hurtado, unos 15 , lo que denota que el equipo se ha convertido en parte de la familia. La fórmula del Windsor, basada en ser un elegante restaurante de cocina catalana renovada y de mercado, con versiones propias como el menú Barcelona, donde el servicio está al mismo nivel que la cocina, es de éxito garantizado. Otras propuestas de menús de Windsor imprescindibles son el menú de escudella i carn d'olla todos los martes y miércoles en otoño e invierno; el menú tradiciones basado en el libro «Corpus de la cocina catalana» de lunes a viernes a mediodía durante todo el año; el menú alcachofa, trufa y caza en enero y el de guisantes del Maresme, el caviar verde, en febrero y marzo. El restaurante cierra por vacaciones en agosto, pero queda la última quincena de julio y todo septiembre para viajar gastronómicamente a la Barcelona culinaria del siglo pasado.
