Metro de Madrid tiene previsto implantar la conducción automática de sus trenes en las líneas 6 y 8 del suburbano
Ya dependemos de las máquinas para casi todo, un día será en todo y los humanos sobraremos. O quizá las máquinas se estropearán y acaben directamente con nosotros. O serán tan «inteligentes» que se auto programarán para salvarse de la idiotez humana. Ahora los individuos listísimos quieren automatizar trenes y metro. La línea 6 y la 8 irán en cabeza, y sin maquinista. ¿No les da miedo? A mí pánico. ¿Saben ustedes la de incidencias y accidentes, incluso salvaciones de vidas que realizan los conductores de trenes? ¿Saben cuánta gente se tira a las vías o baja al metro para lanzarse a la locomotora? A veces es tan rápida la acción, tan precipitada, que los conductores no tienen tiempo para frenar y viven siempre con ese trauma; otras, entre unos y otros, siempre personas, consiguen socorrer a los desesperados. ¿Intentarán frenar las máquinas? ¿Captarán un movimiento, una figura, unos ojos?
Los maquinistas de trenes nos cuentan el derroche económico que supondrá esta actuación, alrededor de 900 millones de euros; ante la necesidad perentoria de realizar otras obras más urgentes, como el renovar toda la flota de la línea 9, que contiene amianto, climatizar mejor, contratar más personal de ayuda al pasajero… Pero no, nuestros mandamases quieren «avance». Pasar a la historia por hacer obras y estatuas perennes. Seguir la estela de este progreso ciego que nos está convirtiendo en seres dependientes y solitarios. ¿No dicen preocuparles tanto la soledad de los mayores? Pues dejen de someternos a la maquinización. Dejen de obligarlos a manejar artefactos que evolucionan más rápido que nuestros cerebros. Dejen de darles cursos para manejar aplicaciones que se caen a menudo sin pedir perdón. Dejen de hacerles pagar sin cajero humano. Dejen de obligarlos a sentirse imbéciles porque no aprendieron el inglés suficiente para manejar tanto lenguaje tecnológico absurdo. Dejen de exigirles el autoabastecimiento. Déjenlos elegir situarse en el andén del primer vagón del metro y saludar a un hombre o una mujer que les va a conducir hasta su parada.
