La primera impresión que uno recibe al penetrar en el coso sanferminero de Pamplona es que lo más impactante es lo que se oye - o no se oye -, no tanto lo que se ve. El caos sonoro cuyo volumen sobrepasa cualquier retransmisión, colma los oídos y, durante un instante , coloca todo el resto en un segundo plano. El día 12, en el preludio de la corrida, una pitada continua y ensordecedora llenaba todo el recinto, motivada, parece ser, por el conflicto entre el color político de la presidenta del festejo y algunas peñas. Los toreros tienen que asumir esa inmensa cortina de ruido que se levanta entre ellos y los tendidos, y hasta lidiar con ella. Algunos,...
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