El terremoto ocurrido en Golfito la noche del Sábado Santo de 1983, con una magnitud de 7,3, incidió en el de Bellavista de Pérez Zeledón, el 3 de julio del mismo año.
Un estudio de Walter Montero Pohly, del Centro de Investigaciones en Ciencias Geológicas de la Universidad de Costa Rica, realizado en el 2021, revela esta conexión.
Aunque ambos terremotos tienen fuentes muy diferentes (el de Golfito (2 de abril) fue por subducción de placas y el de Bellavista por una falla local), la cercanía espacial (100 kilómetros) y temporal sugiere que el primero adelantó la ruptura en el segmento de la falla División, donde ocurrió el terremoto de Pérez Zeledón.
El geólogo Mauricio Mora, de la Red Sismológica Nacional (RSN), reafirma esa tesis y dice que después de un sismo fuerte puede haber sismicidad inducida.
Los esfuerzos causan reacomodos y pueden llegar a inducir otros temblores, por eso estas investigaciones son importantes de cara a futuros eventos telúricos, detalló.
Otro ejemplo de sismicidad inducida relaciona el terremoto de magnitud 7,3 ocurrido el 25 de marzo de 1990 frente a la costa de Cóbano, con uno de los más importantes enjambres sísmicos que se conocen en el país y que comenzó en mayo de ese año en Puriscal.
Este causó un temblor de 5,2 el 30 de junio y un terremoto de 5,7 el 22 de diciembre que tuvo el epicentro 4 km al noreste de Santiago de Puriscal, en Piedras Negras de Mora.
El terremoto de Limón en abril de 1991 también generó, dos días después, el sismo de Cuericí, con una magnitud de 6,1 (24 de abril a las 7:13 p.m.).
A pesar de su importante magnitud, fue poco estudiado. Los cerros Cuericí se encuentran entre el Chirripó y el cerro de La Muerte, en una región poco poblada.
Una de las particularidades del terremoto de 6,1 en Buenavista de Rivas de Pérez Zeledón fue que tuvo un precursor de 5,1 solo 40 segundos antes.
Aquel día, el terremoto de 6,1 no pudo ser localizado al instante por la red de estaciones, que no era tan amplia como en la actualidad.
Los instrumentos apenas estaban procesando el temblor de 5,1, cuando se traslapó la señal sísmica con la del 6,1, lo que hizo imposible captar los arribos de la onda primaria del segundo evento en las estaciones, según un estudio de los geólogos Ileana Boschini, Guillermo Alvarado y Wilfredo Rojas.
Fueron dos eventos sísmicos seguidos y así lo describió Albertina Brenes, quien tenía 26 años al momento del sismo en el libro El jardín y el terremoto olvidado: Crónicas del terremoto de Pérez Zeledón.
Dice que oyó un ruido fuerte y que la tierra comenzó a moverse. Su hijo Jesús estaba parado en el corredor, corrió y lo alzó. Cuando se vino el temblor más fuerte ella no sabía qué hacer, la tierra se reventaba donde ella estaba. Pensó que iba a morir.
El geólogo Mauricio Mora, de la RSN, explicó que los ruidos que escuchó la gente en el terremoto del 3 de julio en barrios de Rivas como El Jardín, División y Buenavista, así como en Hortensia de Páramo, se deben a que cuando las ondas primarias del sismo pasan a la atmósfera generan una compresión en el aire que se traduce en una onda acústica o retumbo.
Esos ruidos también se oyeron en zonas cercanas al epicentro como San Ramón Sur, San José de Rivas, Pedregoso, El Nivel, San Isidro y Santa Teresa. Algunos lo describieron como una explosión de dinamita.
En El Jardín, los vecinos decían que todo se movía hacia el valle y brincaba. Eso se debe a la cercanía del epicentro, donde se percibe la onda primaria de manera vertical. Las personas pueden sentir que la mueven hacia arriba o la jalan hacia abajo dependiendo de su posición. Es un movimiento rápido y caótico, explicó Mora.
El hecho de que solo se registró una persona muerta se debe en parte a que la densidad de población no era alta y a que la composición geológica del suelo no es tan arenosa como por ejemplo en Cinchona, Alajuela, donde un terremoto de magnitud similar dejó 25 muertos y varios desaparecidos en el 2009.
Además, en Pérez Zeledón muchas casas eran de madera, lo que permitió a las familias salir a tiempo a zonas abiertas, debido a que ese material es más flexible ante sismos.
Esa sismicidad afectó poblados al norte de San Isidro de El General con intensidades fuertes.
El área más afectada se concentró en 250 kilómetros cuadrados, por lo que en varias partes de Cartago hubo daños. También hubo casas destruidas y colapsadas en los barrios Sinaí, Alaska, La Piedra, Buenavista y Palmital de Pérez Zeledón.
Hubo daños considerables en cañerías y acueductos. Además, en la carretera Interamericana Sur ocurrieron deslizamientos entre los kilómetros 110 y 119, así como también la red de caminos secundarios.
El sismo tuvo cientos de réplicas, varias de ellas de magnitud 4,5.
En aquel momento se utilizaban escalas diferentes para medir la intensidad y magnitud de los sismos, como la Richter, actualmente en desuso, ya que ahora se usa la magnitud de momento, que se obtiene a partir de un cálculo matemático basado en las características del evento. Esto hace más comparables las magnitudes y más confiables que antes.
Al principio se habló de que el terremoto de Pérez Zeledón se originó en una falla que corría de norte a sur, que era desconocida y cercana a la falla de División, pero en investigaciones posteriores de Walter Montero, así como de Mauricio Mora y Geovanni Peraldo, se encontraron indicios en el sitio y se halló otro fallamiento en sentido noreste-suroeste como posible origen.
