Diego Velázquez vivió inmerso en un mundo en que
tan habituales eran las referencias a Cristo o a la Virgen María como los personajes de la mitología pagana. Así lo demuestra el hecho de que durante las fiestas de su boda con Juana, hija de su maestro y a partir de aquel día de abril de 1618 también su suegro, Baltasar Cepeda recitara un largo romance en el que, a las numerosas y previsibles referencias religiosas e históricas, añadió unas pocas más de carácter mitológico, y entre ellas una al caballo Pegaso y otra al monte Parnaso.
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