El conserje del hotel en Ámsterdam, David, todo un caballero, nos sugirió que visitásemos el barrio rojo por la tarde y no por la noche: -Hay mucha gente de noche y es peligroso -dijo. Le pregunté si al final de la tarde habría ya algunas prostitutas exhibiéndose detrás de los cristales, apenas iluminadas por unas luces rojizas. Nos aseguró que algunas comenzaban a trabajar a las cinco de la tarde para complacer a los clientes que deseaban favorecerse con el primer turno, quienes, ya aliviados, o torturados por la culpa, se marchaban temprano. Aunque el clima en Ámsterdam, siendo verano, era fresco y placentero, e invitaba a caminar, o a montar en bicicleta, nos pareció mejor tomar un Uber hasta...
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