Cuanto más lucha Joe Biden por desviar las conversaciones en otra dirección que no sea salud, mayor es la atención sobre él y sus siguientes movimientos. El presidente de Estados Unidos está enfrentando una presión pública y privada que aumenta a medida que pasan las horas. Cada paso que da es analizado en profundo detalle, y sus intervenciones públicas se han convertido en un ejercicio de intenso escrutinio y sufrimiento, ante el temor de que vuelva a equivocarse o quedarse en blanco.
Cada vez que Biden sube a un podio sin guion, sus colegas demócratas contienen la respiración, y no sin razón. En su última intervención en la Cumbre de Washington de la OTAN, se vivieron momentos realmente incómodos al ver cómo el octogenario confundía a su vicepresidenta, Kamala Harris, con su rival político, Donald Trump, o al mandatario ucraniano, Volodomir Zelenski, con el presidente ruso que está invadiendo su país, Vladimir Putin. Muchos se preguntan por cuánto más tiempo podrá sostenerse esta situación.
La consigna en los últimos días había sido que nada ni nadie destapara la caja de Pandora hasta que terminara la cumbre de la OTAN en Washington (a pesar de que algunos legisladores no hayan podido contenerse y, antes de que terminara el evento, once demócratas ya le habían pedido a Biden que se retirara).
Terminada la cita internacional, este lunes arranca la etapa más crítica de los 51 años de trayectoria política del mandatario estadounidense. Él hasta ahora se ha empeñado en que no se va a ninguna parte, «no es por una cuestión de legado», dijo en su última comparecencia este jueves, «sino porque tengo que terminar el trabajo que empecé». Pero sus palabras esta vez sonaban más abiertas y mostraban a un Biden menos reticente cuando se le preguntó si reconsideraría su candidatura en caso de que su compañera, la vicepresidenta Kamala Harris, tuviera más opciones de ganar a Trump. No le dejaría espacio a Harris «a menos que regresaran», dijo refiriéndose a sus consejeros de confianza «y dijeran que si no no hay manera de ganar» el 5 de noviembre.
No está claro por cuánto tiempo más el presidente podrá mantener esta situación, Biden se queda cada vez más solo. Es cierto que cuenta con el apoyo de figuras importantes dentro del partido, como el líder de la mayoría en el Senado. «Chuck Schumer y Bernie Sanders, ambos han prometido su apoyo, y no creo que eso cambie a menos que Biden decida abandonar», explicar a LA RAZÓN Todd L. Belt, profesor de Gestión Política en la Universidad George Washington. Pero algunos de sus viejos y destacados amigos, que siempre han confiado en que el octogenario podía terminar lo que empezó, ahora tienen muchas dudas, y eso es lo que hay que hacerle ver a Biden, «que quizás alguien más tenga posibilidades de vencer a Trump». Así lo cuenta a LA RAZÓN Paul Schiff Berman, que enseña Derecho en la George Washington University, donde también fue decano del centro. «Si estuviera convencido de eso, creo que sí se haría a un lado, porque como todos los demócratas, cree que Trump es una amenaza existencial para el país y para el mundo», considera.
Y mientras el líder de Estados Unidos lucha para mantener una buena imagen pública, en privado su partido busca la mejor estrategia para salir airoso de esta crisis sin precedentes. Lo cierto es que no hay buenas opciones, solo posibilidades menos malas. «La potencial retirada de Biden» de la carrera presidencial «también podría tener un importante efecto negativo en las elecciones a la Cámara y el Senado. Podría crear una sensación de incertidumbre e inestabilidad, y, además, podría desmotivar a la base demócrata y reducir la participación electoral», cuenta a LA RAZÓN Cassey Burgat, profesor de Gestión Política de la George Washington University. Una opinión que comparte su compañero, L. Belt, que, además, asegura que la situación contraria también sería un problema porque si se queda «podría ser un lastre para el Partido Demócrata e incluso podría costarles a los demócratas la Cámara de Representantes».
Ni siquiera las viejas glorias del partido que siempre lo han defendido, como el expresidente Barack Obama o la exlíder de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi ahora tienen claro cómo actuar. La misma situación que enfrenta la compañera de fórmula de Biden en estos momentos, Kamala Harris. Desde que llegó a la vicepresidencia, ha sido prácticamente un fantasma político. Las pocas veces que se la ha visto, ha sido casi siempre acompañando al presidente en algún acto. Se le ha dado poco margen de actuación porque no levantó pasiones en las últimas elecciones. «No realizó una buena campaña en 2020», recuerda Berman a LA RAZÓN, y eso ha generado dudas hasta ahora, justo hasta que han empezado a verse «con el agua al cuello». «Ella tiene una gran fuerza como candidata presidencial, pero nadie está completamente seguro de que Estados UNidos esté realmente preparado para elegir una presidenta negra». Sería la primera vez, «así que también hay un gran riesgo si la nombran candidata», por las «preocupaciones sobre el racismo y el sexismo» que todavía hay en este país.
En una entrevista con LA RAZÓN, Alana Moceri, profesora de la IE University, recuerda que, si finalmente Harris se enfrentara en las elecciones a Donald Trump, sería una batalla política entre «la exfiscal vs. el condenado» judicialmente y, en este sentido, los ataques a su rival serían más duros, por eso «creo que es una figura interesante y necesitamos conocerla mejor». Por ahora, Harris trata de huir de preguntas incómodas e indirectamente ha mostrado fidelidad a la decisión que tome Biden, pero ella es consciente, que sobre su figura y futuro político se habla cada día en Washington.