Frente a las permanentes ofensivas políticas, mediáticas, económicas que la derecha suele llevar a cabo cuando no ejerce el poder total en nuestros países, las fuerzas de lo que se denominan progresistas, en lugar de aunar fuerzas y establecer objetivos estratégicos, en el marco de lo que se supone son sus objetivos primordiales, tiende a catalizar aún más las diferencias generando con ello el marco propicio para perder las oportunidades de enfrentar cambios estructurales, profundos y continuos.
Tal es el caso de Bolivia y su coincidencia en los puntos cruciales que nos unen en el sur global: avance soberano de los países, unión de las fuerzas populares, acuerdos internacionales que avancen hacia una política de multilateralidad, que sirva para confrontar el poder unipolar, generar una política de desarrollo sostenible, defensa de las riquezas nacionales y satisfacción de las necesidades esenciales de nuestras sociedades. El día 26 de junio pasado tal idea expresada de perder las oportunidades que tanto sudor, sangre y lágrima cuesta a nuestras sociedades, parece haber tenido su momento estelar, con la asonada militar llevada a cabo por un sector del ejército encabezado por el ahora destituido comandante en jefe del ejército boliviano Juan José Zuñiga quien irrumpió en Palacio Quemado generando una alarma en el país sudamericano y las inmediatas muestras de solidaridad y reprobación a tal situación. Tal constatación y pasado unos días del mencionado alboroto político-militar, se hace necesario ahondar en este hecho incruento pero peligroso para la estabilidad del país sudamericano.
La única salvedad ante el coro de rechazó de los gobiernos latinoamericanos provino del gobierno ultraderechista y sionista de Javier Milei en Argentina (1) ante la cual la cancillería boliviana emitió una declaración en la que sostuvo que “las desinformadas y tendenciosas aseveraciones, sobre una posible existencia de presos políticos, o la posibilidad de inexistencia de un golpe de Estado militar fallido, constituyen un exceso y un negacionismo inaceptable, ante lo que invitamos a informarse y actuar en el marco de los principios de respeto a la soberanía y no intervención en asuntos internos de otros estados, de conformidad a la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional”.
Y hablo de supuesto pues el denominado “Golpe de Estado” en Bolivia llevado a cabo por el ahora destituido general Juan José Zuñiga comandante en jefe del ejército boliviano se constituyó, con el paso de los días, no sólo en una alerta a la democracia boliviana, sino también en un nuevo campo de confrontación entre el actual mandatario d ela nación sudamericana Luis Arce Catacora y el ex mandatario y líder histórico del Movimiento al Socialismo (MAS) Evo Morales Ayma. Esto pues el propio Evo señaló sin guardarse palabra alguna que esta asonada militar, supuestamente destinada a derrocar al presidente Arce se trataba de un autogolpe sacando a la luz aquella idea expresada sotto voce, que Luis Arce trataba, mediante esta acción, aumentar el caudal de apoyo ciudadano, a la baja en las últimas semanas y por el lado de la cúpula militar si esto funcionaba sacar de circulación a Evo Morales que en palabras del ex general Zuñiga debía ser detenido.
Frente a esta declaración subida a redes sociales y conocida urbi et orbi el presidente Arce emitió la suya señalando incluso que su aliado y amigo – relación cuestionada hoy – estaba al lado del fascismo con su negacionismo de lo que Luís Arce ha definido, sin ambigüedad alguna como un Golpe de Estado.
Las opiniones de condena inicial – incluyendo a las de Evo que alertó temprnamente ese 26 de junio que unidades militares se estaban movilizando peligrosamente (2) – pasaron poco a poco a expresar la preocupación por la evidente asincronía entre lo expresado por el presidente Arce y el mandatario Evo Morales que denunció al paso de las horas, que las acciones llevadas cabo por el ex general Zuñiga como falsas en un marco de declaraciones de apoyo de granb parte de los países latinoiamericanos e incluso los dirigentes políticos de la oposición boliviana, tal es el caso del detenido gobernador de Santa Cruz, el ultraderechista Luís Fernando Camacho quien sostuvo ““Se debe respetar el mandato del voto popular. Cualquier acción en contra es absolutamente ilegal e inconstitucional”, el ex presidente Jorge Quiroga e incluso la ex presidenta de facto jeanine Añez, que desde su lugar de reclusión condenó el intento golpista.
El único que ha seguido desentonando en este clamor antigolpista ha sido Evo Morales acompañado de algunos ex personeros de su gobierno como es el caso de Juan Ramón Quintana, ex ministro de la presidencia y ex embajador en Cuba acusado por la fiscalía boliviana bajo el gobierno de facto de Jeanine Añez como responsable de insurrección. Inculpación que, según el ex ministro del interior de Añez, Arturo Murillo era la calificación para las acciones de protesta de los simpatizantes del MAS y la población que se opuso al gobierno de facto responsable del Golpe de Estado contra Evo Morales. Un Quintana considerado de la línea dura en el apoyo a Evo, militar formado en la cuestionada Escuela de Las Américas, pero devenido en un crítico acérrimo de las acciones de desestabilización de los gobiernos estadounidenses contra nuestros países.
Un Quintana que declaró, ante la asonada militar dirigida por el ex general Zúñiga que “Es el escenario de un golpe aparente, yo diría más una gran puesta en escena que un golpe…Arce necesitaba restablecer su credibilidad política para el año y pico que le queda en el gobierno. Pero este es un punto de quiebre. El segundo objetivo lo iba a cumplir Zúñiga si se salía con la suya, que era detener a Evo”. El analista Franklin Pareja calificó los sucesos de un “golpe express”, pero difícil de creer porque Zúñiga es un militar progubernamental y, por lo tanto, es inverosímil que se convierta “de la noche a la mañana en un golpista”; más bien se trata de un acto de inmolación a favor del presidente Luis Arce… Además, a partir del despliegue militar de ayer pueden justificarse medidas gubernamentales duras con el fin de controlar las marchas o protestas con el argumento de frenar intentos golpistas. “Pueden arremeter contra cualquier situación de descenso en términos políticos porque todos serían afanes desestabilizadores” (3).
Palabras más, palabras menos. Declaraciones de un ex ministro de Evo o de un ex general hoy en camino de ser procesado, lo evidente es que existe una fractura imposible de soslayar evidente entre Arce y Morales, que en círculos de confianza de ambos líderes políticos ha sido denominada una disputa de legitimidades en sectores que le son aliados y aquella conseguida en el ámbito de las elecciones. Las acusaciones desde los círculos de confianza de ambos políticos transitan por temas como el narcotráfico, nepotismo, malgastar los recursos derivados de la explotación del gas, la ambición de Morales de volver a Palacio Quemado a pesar de su inhabilitación entre otros puntos. Fuego cruzado. La pugna dejó lo soterrado para convertirse en pública y evidentemente peligrosa para los años de construcción popular que puede terminar con una derecha aglutinada y fuerte frente a las fuerzas populares en rencillas por caudillismo que suelen ser incondcucentes y pavimentan el retorno de la derecha más recalcitrante y que no trepida en golpear duramente a las fuerzas populares, las mismas que se disputan un ex mandatario y el actual presidente boliviano.
La situación se atiza aún más frente a la única persona que puede inclinar la balanza de la verdad entre lo sostenido por Luis Arce “lo del 26 de junio fue un intento de golpe de Estado” o las palabras de Evo Morales que “los hechos del 26 de junio fueron un autogolpe”. Y ese nombre es el del ex general Juan José Zuñiga, hoy detenido pero que afirmó ante numerosos periodistas, camino a su centro de reclusión “El presidente (Arce) me dijo: la situación está muy jodida, muy crítica. Es necesario preparar algo para levantar mi popularidad. ¿Sacamos los blindados?’ -le habría preguntado (Zuñiga) al mandatario que le habría respondido “Sacá”. Entonces el domingo en la noche, los blindados empiezan a bajar. Seis cascabeles y seis urutús, más 14 Z del Regimiento de Achacachi” (4).
El día del movimiento militar castrense, el ex general Zúñiga declaró su intención de cambiar “el gabinete de Gobierno” para establecer una “verdadera democracia” y que su intención era “liberar a todos los presos políticos” incluyendo en su lista a la ex presidenta de facto Jeanine Áñez, el gobernador opositor Luis Fernando Camacho y a “todos los militares presos”. Zúñiga en si ingreso a Palacio Quemado fue increpado por el presidente Arce quien le pidió terminar con su acción, replegarse “Si usted respeta el mando militar y dice ser un buen militar, repliegue a todas estas fuerzas en este momento. Es una orden, general”, dijo el mandatario. Zúñiga respondió que no haría caso.
El Ex General Zúñiga atizó el escenario político social boliviano cuando un día antes de la asonada del miércoles 26 de junio emitió una serie de declaraciones, que le eran vedadas en función de su cargo y la no deliberación establecida constitucionalmente. En esta ocasión referidas al ex presidente Evo Morales “No puede ser más presidente de este país. Llegado el caso, no permitiré que pisotee la Constitución, que desobedezca el mandato del pueblo”. Una evidente provocación, que aceleró los acontecimientos cuya génesis está aún en una nebulosa y requiere respuestas ¿Se gestó en una reunión entre el presidente Arce y el ex general Zúñiga? ¿Fue producto de uan confabulación digitada externamente y que utilizó como testaferro al antievo general Zúñiga y de es emodo pavimentar el camino, que sea más transitable en materia de política interna para el actual mandatario y en el cual no tenga sobresaltos para su intento de reelección? Zúñiga era considerado, a pesar de su condición de militar de alto rango, un personaje que había entrado en el círculo de confianza de Arce y de ahí se suele explicar sus declaraciones anti-Evo Morales.
El tema del litio ha tenido un papel central en las explicaciones de lo acontecido el 26 de junio pasado, como también en el derrocamiento de Evo Morales el año 2019. Bolivia cuenta con el 23% de las reservas mundiales y en el desarrollo de su explotación compiten diversas empresas, entre ellas de Alemania (que se retiró el año 2019), China, Rusia con una subsidiaria de la enorme empresa estatal ROSATOM, Corea del Sur, Francia e incluso la India. La importancia del Litio en materias de desestabilización ha sido comentada incluso por el presidente Arce “Está claro que hay intereses extranjeros y nacionales que están buscando, de alguna manera, hacerse del poder en Bolivia -dijo en una entrevista concedida al diario español El País, publicada el domingo 30 de junio-. Esos intereses buscan nuestros recursos naturales. Bolivia es la principal reserva mundial de litio, tiene además tierras raras que son lo que hoy necesita el planeta” (5).
Bolivia, en este escenario de confrontaciones en el seno de aquellos que la han gobernado en los últimos lustros, requiere aunar esfuerzos, calmar ambiciones, superar diferencias. Evitar más fracturas en momentos de problemas económicos derivados del menor ingreso a las arcas fiscales en materia de la explotación del gas, la decisión fundamental que se debe tomar en materia de la explotación del litio – donde Bolivia ocupa un lugar privilegiado en materia de reservas – volver a tener un protagonismo en la política de desarrollo de una idea y práctica de multilateralidad. En esto poco importa, que la propia oposición tenga sus fracturas, lo relevante es fortalecer las posiciones del mundo progresista. Un frente gubernamental unido puede influir en materias negativas, en ordenar las rencillas entre ambas cámaras del congreso y evitar el surgimiento de liderazgos, que a rio revuelto pretender pescar a los incautos.
Pablo Jofré Leal
Artículo Para Hispantv
Permitida su reproducción citando la fuente.