El Estado Islámico ha hecho públicas sus siniestras cifras de asesinatos en los últimos 12 meses: 5.909 en todo el mundo, de los que 3.368 lo fueron en África (1.920 cristianos, la mayoría en el Congo y Mozambique).30 iglesias fueron quemadas.
Hay que tener en cuenta que la banda yihadista ha aumentado en 50% sus actividades criminales en África desde 2017, sin que, hasta el momento, se haya dado con la solución para atajar este problema que lleva camino de acrecentarse. La coalición internacional ha retirado ya prácticamente todas sus tropas --Alemania cerró días pasados su aeropuerto en el Sahel-- y la presencia de España quedará en testimonial.
Las cosas no pasan por la fuerza del destino, sino que suelen responder a planes perfectamente diseñados, en este caso por la larga mano de Putin, que, en una maniobra estratégica a tener en cuenta, después de abrir el flanco de Ucrania, en el norte, lo ha hecho con otro en el sur. Ya se sabe a quienes les pilla en medio. No es un secreto que los sucesivos golpes de estado que se han sucedido en el Sahel estuvieron precedidos de hábiles campañas de desinformación y desestabilización de los servicios secretos rusos.
Los mercenarios de Wagner, acusados sistemáticamente de atrocidades contra la población civil, y el recién creado África Kiorps, no parecen la solución para acabar con el yihadismo, sino que sus acciones fomentan el banderín de enganche de los terroristas.