El 4 de julio de 1939 se desató la locura cuando William Patrick Hitler –sí, han leído bien– publicó en la revista inglesa 'Look' un artículo que causó furor: un texto en el que revelaba las turbias intimidades de su medio tío, el 'Führer'. En el texto le describió como un personaje desquiciado, abusivo y con gestos afeminados; un tipo, en definitiva, que se ganaba el odio a gritos. El reportaje causó tanta controversia que, años después aquel adolescente llegó a chantajear al hombre más poderoso de Alemania... O le daba un trabajo, o desvelaría el que, creía, era su secreto más oscuro: su ascendencia judía. Al menos, así lo confirmó Hans Frank, uno de los generales germanes juzgados en Núremberg. La historia de William está ligada a un concepto que utiliza el biógrafo del 'Führer', Ron Rosembaum , en 'Explicar a Hitler, los orígenes de la maldad': «Esa película de horror que supuso la familia Hitler». De entre todo su entramado, la arista que más despunta es la de Alois, su padre. Este funcionario de aduanas tuvo hasta tres esposas a lo largo de su vida, así como varios hijos de las mismas. La primera fue Anna Glasl-Hörer, pero, después de que falleciera, contrajo matrimonio en 1883 con la que había sido su antigua amante: Franziska Matzelsberger. De ella nació el medio-hermano del 'Führer', Alois Jr. Tras el fallecimiento de esta última subió al altar con Klara Pölzl, a quien dejó embarazada del futuro líder nazi. Nuestro protagonista nació en Liverpool, como bien explica el periodista e historiador Jesús Hernández en su obra '100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial'. Sin embargo, no tardó en abandonar la región y dirigirse hacia Alemania en 1929. «Ese año, Alois Jr. invitó a su hijo, que contaba ya con 18 años, a visitarle en Berlín. La fama de Hitler ya había llegado a Gran Bretaña, por lo que el joven llegó con la ilusión de conocer a su tío», completa Hernández, autor también del blog '¡Es la guerra!'. «Pasó ese verano con nosotros, aprendiendo el idioma y las historias de la familia Hitler. Tenía todo el derecho del mundo a conocerlas», dijo uno de sus parientes tras la contienda. El joven quedó prendado de la oratoria y el don de gentes del ya líder político –que no 'Führer', pues para eso todavía quedaban unos años– y decidió arrimarse a él cuanto pudiera. Y así pasaron los meses y los meses. «Las relaciones entre tío y sobrino sufrirían un repentino congelamiento en 1933. Hitler había sido nombrado Canciller y este hecho supuso un giro brusco de las relaciones del dictador con sus parientes. Consciente de que cualquier cabo suelto en sus relaciones familiares podía poner en peligro su vertiginosa carrera política, decidió abrir cortafuegos que impidiesen alguna incómoda revelación», añade Hernández. Al final, en 1936 Adolf Hitler «recibió a su sobrino, pero para decirle que entre ambos no existía ningún lazo de parentesco» y que no quería volver a verle. Uno de los encuentros que William narró en su artículo se sucedió en 1931, y fue de los más pacíficos. «Ese día comimos pasteles con crema batida, el postre favorito de Hitler. Me impresionó su intensidad, pero también sus gestos femeninos. Había caspa en su abrigo», destacó William. Además, afirmó que Hitler le «autografió una fotografía que dio a mi padre». Con todo, ese día no fue sencillo para Adolf, como bien dejó sobre blanco William en su texto: «Cuando visité Berlín en 1931, la familia estaba en problemas. Geli Raubal [la amada sobrina de Adolf] se había suicidado. Y todo el mundo sabía que ella y Hitler habían sido íntimos y que ella estaba esperando un niño. Un hecho que enfureció mucho a Hitler». Tras volver de Alemania, William tuvo la idea de viajar de medio de comunicación en medio de comunicación presentándose como el sobrino de Hitler, el gran Canciller. «Publiqué algunos artículos sobre mi tío cuando volví a Inglaterra», afirmó. La idea le trajo problemas, pues, como él mismo relató, fue llamado de nuevo por Adolf: «Cuando volví a Inglaterra fui convocado de nuevo a Berlín y llevado con mi padre y con mi tía a su hotel. Estaba furioso. Mientras paseaba de un lado a otro, con los ojos desorbitados y llenos de lágrimas, me hizo prometer que me retractaría de lo dicho en los artículos. Además, amenazó con matarme si escribía algo más de su vida privada». Su situación se mantuvo fría hasta 1936, cuando William volvió a visitar a Hitler en su residencia de Berchtesgaden . «Vi la nueva casa. Llegué allí con mis amigos y me enseñaron el jardín. Hitler estaba entreteniendo a algunas mujeres muy hermosas. Tomaban té. Cuando nos vio subió y aprovechó la ocasión para decirme que jamás volviera a mencionar que era su sobrino», añade en el artículo de 'Look'. Ambos mantuvieron todavía un encuentro más. «Nunca olvidaré la última vez que nos vimos. Él estaba de un temperamento brutal y de muy mal humor cuando llegué. Caminaba de un lado a otro blandiendo una fusta... Me lanzaba insultos a la cara como si estuviera gritando un discurso político. Ese día me hizo temer por mi integridad física», dejó escrito. Tío y sobrino jamás volvieron a verse. Además de lo que se puede leer en la revista, la competencia directa de 'Life' en aquellos años, William se hizo famoso años después porque, según algunos autores, chantajeó a Hitler para que este le diera un puesto de trabajo en alguna empresa alemana. A cambio, y siempre según las diversas teorías que existen en torno a este tema, le habría ofrecido no desvelar que su abuelo era realmente judío. Las teorías sobre este chantaje están documentadas en los libros de Rosembaum y Hernández. A su vez, se barajan también en los datos ofrecidos por el ' United States Holocaust memorial museum '. Esta institución afirma en su dossier 'Primeros años de Adolf Hitler' que Alois padre creó un misterio sobre quién era en realidad su progenitor –el abuelo de Adolf– al cambiarse el apellido: « Alois Schickelgruber cambió su nombre en 1876 por Hitler, el nombre de pila del hombre que se casó con su madre cinco años después de su nacimiento. La ilegitimidad de Alois Hitler daría lugar ya en la década de 1920 –y aún presente en la cultura popular actual– a la especulación de que el abuelo de Hitler era judío». Según Hernández, esta idea se generalizó tras el ascenso político de Hitler; fue entonces cuando comenzaron a circular rumores que apuntaban en este sentido. En los años 30, la prensa sensacionalista británica los recogió y extendió que el 'Führer' había sido alumbrado en una familia judía de Bucarest, pero también que su abuela se quedó embarazada mientras servía en la casa del barón Rothschild en Viena. Esta última teoría no fue más que una hipótesis hasta que se dieron a conocer, tras la Segunda Guerra Mundial , las memorias del general Hans Frank, juzgado en Núremberg. En palabras del historiador español, el militar confirmaba que Adolf Hitler le había enseñado una carta en la que William le chantajeaba con desvelar la verdadera identidad de su abuelo judío. «Siempre según Frank, Hitler le encargó investigar este punto», añade el experto. El oficial, al parecer, descubrió que la abuela del 'Führer' había dado a luz a Alois cuando trabajaba para una familia semita, los Frankerberger. Y quien la había dejado embarazada... era el hijo de aquellos ricachones. Aunque la historia levantó ampollas tras la Segunda Guerra Mundial, Hernández no es partidario de que fuera real: «En la década de 1830 no había en Graz ninguna familia judía que se apellidase Frankerberger. De hecho, no había ningún judío en esa región», añade el historiador. Así pues, y aunque el líder nazi creía probable que su pasado fuese judío, a día de hoy esta es una posibilidad más que difícil.
