Decía Platón que la escritura es el fármaco de la memoria. En efecto, es cierto que, a través de lo escrito, se conserva el recuerdo de las ideas expresadas y de la descrita realidad de las cosas y del mundo humano. Aunque el creador de la Academia otorgaba más importancia a lo hablado, porque se podía modificar al momento en el propio discurso, consideraba que plasmar en el papel las palabras servía para eternizar lo pensado o expresado y dar testimonio de ello.