Hasta el viento conocía el nombre de Roca Rey. «¡Perú, Perú, Perú!», soplaba Eolo cuando el ciclón limeño apareció en el ruedo y con una soberbia militar caminó hasta la puerta de chiqueros. Entre los vítores del gentío, se plantó a portagayola mientras corría un aire huracanado. Ingobernable. Pero más indomable era el torero, en una tarde de figura histórico, con su faena más maciza de la temporada. De una fuerza voraz desde que libró la larga cambiada. Pura entrega, correspondida por el público. Qué maravilla tanta reciprocidad. Sonaba «sigo siendo el Rey», con ese «no hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar». Y eso lo domina como nadie, como toda figura destinada a marcar una época....
Ver Más