Durante el presente mes nuestro estado tuvo la fortuna de recibir agua abundante, como no se había recibido en muchos años, recuperando niveles de acumulación en sus presas que dan un enorme respiro a uno de los grandes problemas sustentables de nuestra urbe.
El vital recurso en forma de lluvia llegó para calmar la sequía que tenía los niveles de nuestras presas en un punto crítico, y también, en un momento en el que, por las razones que hayan sido, se abandonaron los cortes y dejó de darse importancia a la escasez, dejando a la población todavía en un mayor nivel de incertidumbre sobre el acceso presente y futuro.
Es justo en este momento, donde comenzamos a contar los activos con los que contamos, que en conjunto sociedad y gobierno, debemos implementar políticas para preservar y administrar el agua con que contamos, y tratar de evitar regresar a los niveles de vulnerabilidad en que nos encontrábamos hace un par de semanas, sin tener claro el plan contingente a seguir.
En lugares urbanos y desérticos como lo es el Área Metropolitana de Monterrey, las políticas de cuidado del agua deben adaptarse a las condiciones específicas de nuestro entorno para ser efectivas. En particular, debido a la naturaleza del recurso (escazo, fundamental en su consumo, e incierto por su adquisición), los mecanismos de mercado deben ser acompañados de políticas efectivas en su administración para garantizar un uso efectivo y eficiente en todos sus mercados.
Pensando en cambios importantes en el corto plazo, es necesario mejorar la infraestructura de distribución de agua para reducir pérdidas por fugas y optimizar el uso del recurso.
También es fundamental promover la instalación de sistemas de captación y almacenamiento de agua de lluvia en edificios residenciales y comerciales para su uso en riego y servicios no potables, proveyendo algún tipo de incentivo (puede ser fiscal) a quienes inviertan en estos equipos.
De la misma forma, es importante promover la inversión pública para implementar plantas de tratamiento de aguas residuales y fomentar su reutilización para riego de parques, jardines y uso industrial. También, desde la acción pública, integrar soluciones de infraestructura verde, como jardines de lluvia y pavimentos permeables para mejorar la gestión del agua de lluvia y reducir el agua desperdiciada.
En el caso de los hogares, una política efectiva consiste en continuar incentivando el uso de dispositivos eficientes como inodoros de bajo consumo, grifos con aireadores y sistemas de riego por goteo en jardines.
Así también, desde las escuelas y en todos los niveles, desarrollar programas educativos y campañas de concienciación para promover prácticas de uso eficiente del agua entre los residentes urbanos.
Finalmente, una solución más directa consiste en implementar tarifas escalonadas para el agua potable, donde los grandes consumidores paguen más, y se proporcionen incentivos para la adopción de prácticas y tecnologías de ahorro de agua.
En conclusión, es momento de planear la gestión de nuestra actual riqueza hidráulica, una cuya entrada no depende de nosotros, pero para la cual su uso prudente puede garantizar la sustentabilidad y prosperidad de nuestra comunidad en los años venideros.