Una creencia extendida y basada en la estadística es que los divorcios se incrementan a la vuelta de verano. El motivo: muchas parejas se ven obligadas a pasar juntas el tiempo del que no disponen durante el resto del año por motivos de trabajo. Es entonces cuando la convivencia se alarga y se hace más difícil mantener una relación que no atraviesa por un buen momento. Puede darse, sin embargo, la situación contraria: el verano puede ser un salvavidas para parejas en crisis.