Por su sabor dulzón, su intenso aroma, su versatilidad en la cocina e incluso por su intenso color y lo bonitas que son, las fresas son una de las frutas favoritas del mercado. Las podemos tomar solas, acompañadas de yogures y otros postres, emplearlas de base para dulces caseros o batidos y convertirlas en uno de los ingredientes principales de nuestros gazpachos veraniegos —muy de moda en los últimos años—. Los amantes de la fresa esperan con ansias la llegada de la primavera para empezar a disfrutar de esta frutilla de temporada, que podemos encontrar, según donde vivamos, hasta bien entrados los meses de junio y julio.
Pero además de deliciosa y vistosa, la fresa es un tesoro nutricional, muy rica en magnesio, uno de los minerales indispensables para que nuestro organismo funcione correctamente. El magnesio es imprescindibles en la formación de nuestros tejidos, pero también en los procesos de síntesis de hormonas y otras reacciones químicas. Obtenerlo a través de la nutrición es la mejor fórmula. Los alimentos más ricos en magnesio son los vegetales, en especial aquellos de hoja verde oscura.
Pero hay frutas, como la fresa, que contienen una elevada concentración de este mineral. Las fresas, además, tienen una característica que igual desconocías: tienen más vitamina C que las naranjas. Así es. Aunque siempre se ha pensado que la naranja era la campeona entre las campeonas de las frutas en concentración de vitamina C, lo cierto es que sus 70 mg por pieza —la misma cantidad que un kiwi— quedan por detrás de la papaya (85 mg). Las fresas son, sin embargo, las que ocupan el primer puesto del pódium: una taza de fresas (lo que equivale a una naranja) concentra 95 mg de vitamina C.
En un puñado de fresas encontramos además propiedades despigmentantes, antioxidantes y antiinflamatorias, pero además son beneficiosas para la producción de colágeno —una molécula muy apreciada para luchar contra los primeros síntomas del envejecimiento y las líneas de expresión—. Y muy ligeras, cada 100 gramos de fresas solo tienen 36 Kcal.
El principal componente de fresas y fresones es el agua, seguida de los hidratos de carbono (un 7% de su peso): fructosa, glucosa y xilitol. Además, son una fuente de fibra. Los minerales que concentra esta fruta son el hierro y el yodo principalmente, seguidos del calcio, el fósforo, el magnesio y el potasio. Al contener cantidades muy pequeñas de sodio (y lo contrario en potasio) las fresas son muy recomendables para aquellas personas que padecen hipertensión arterial.
Las fresas tienen, además, varios ácidos orgánicos:
Si alguna vez te has preguntado por qué las fresas presentan ese color rojo, te contamos que se debe a unos pigmentos vegetales presentes en esta fruta: los flavonoides, a los que se conoce como antocianinas; unos increíbles antioxidantes, lo que convierte a las fresas en un alimento perfecto para proteger nuestra salud contra el envejecimiento, algunas mutaciones cancerígenas o el depósito del colesterol en nuestras arterias. Todas estas ventajas debemos unirlas a su potente presencia en vitamina C y magnesio.
El magnesio, como ya hemos señalado anteriormente, es un mineral que no puede faltar en nuestro organismo y que produce en él muchos beneficios:
Aunque existen muchos suplementos enriquecidos con magnesio y vitamina C, lo ideal para el organismo es absorberlos a través de la nutrición. En España es algo que resulta bastante fácil si seguimos la denominada dieta mediterránea, en la que encontramos muchos alimentos con magnesio como las habas, la carne de conejo o las almendras.
Para poder beneficiarte a través de tu nutrición de todas estas ventajas que aportan el magnesio y la vitamina te contamos cuál es la ingesta diaria recomendada de fresas: unos 60 mg. Aunque un estudio publicado por la revista Nutrients, realizado por investigadores de la Universidad de Nevada y la Estatal de Oklahoma, señala que aumentar esos beneficios podemos consumir diariamente hasta dos porciones y media de esta fruta tan preciada.