Probablemente nadie hubiese vaticinado que una propuesta de clown a partir de una tragedia de Shakespeare estaría viva, girando por todo el mundo, nada menos que once años. Pero es exactamente lo que ha ocurrido con Othelo (termina mal). A tenor de este dilatado éxito, las palabras de Gabriel Chamé Buendía, director del espectáculo, se tornan casi irrefutables: “Creo que la comedia y la tragedia se realimentan. El humor permite acercar más a la gente un tema serio, duro; y la tragedia, a su vez, sirve para dar más peso al humor”. Estrenado en 2013, este montaje recaló un año después, con muy buena acogida, en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro; pero apenas pudo dejar rastro luego en Madrid, donde se exhibió solo dos días –en aquella ocasión, en las Naves del Matadero- como un anticipo, cuenta Chamé, “a su exhibición en la programación regular del año siguiente”. Los cambios en la dirección del Teatro Español –institución responsable de la Naves- llevaron asociadas, como suele ocurrir, modificaciones en las líneas de programación, lo cual provocó que este Othelo quedase finalmente fuera de la cartelera.
Pero ha habido más relevos en la dirección del histórico coliseo municipal desde entonces, y también nuevos rumbos artísticos que seguir. Eso ha propiciado que, ahora sí, como colofón a la temporada, esta original propuesta pueda verse en la capital durante un periodo razonable de algo más de dos semanas, esta vez en la Sala Margarita Xirgu. Obviamente, el elenco de Othelo (termina mal) ha sufrido variaciones en todo este tiempo, salvo en el caso del actor Matías Bassi, que sigue dando vida, desde los inicios, al celoso moro de Venecia que da nombre a la tragedia. Le acompañan ahora Nicolás Gentile, Elvira Gómez y Agustín Soler. Los tres interpretan a varios personajes en un trabajo muy coral y muy exigente, de frenético ritmo, en el que prima el puro juego teatral. Chamé, que fue el primer clown latinoamericano que trabajó para la famosa compañía Cirque du Soleil, tiene muy clara la importancia de esta especialización actoral. De hecho, los cuatro protagonistas de esta función han sido alumnos suyos. “Es verdad que el oficio del payaso se está perdiendo un poco, pero diría que todos los actores que en estos momentos la gente reconoce como muy buenos han hecho algún curso de clown. Tienen una formación en este campo que nadie percibe desde fuera, pero que resulta fundamental en lo que tiene que ver con la vivacidad, la escucha con el espectador, el sentido del ritmo…”. Y cita a algunos de esos actores que él mismo ha formado: “Paco León, Julián Villagrán, Manolo Solo…, mucha gente de la escuela de Juan Carlos Corazza, de la escuela de Cristina Rota… Me he pasado la vida enseñando, y esa relación entre ser maestro y ser director es buena para encontrar actores que tienen un buen oficio, sean conocidos o no, y quieren trabajar”. Actores idóneos, en todo caso, para contar, de una forma muy distinta de lo acostumbrado, el descenso a los infiernos del general Otelo –u Othelo, de acuerdo a la grafía que emplea Chamé- cuando sus celos, espoleados arteramente por su lugarteniente Yago, le lleven a acabar con la vida de su mujer, la inocente Desdémona. “A mí siempre me ha fascinado Shakespeare, porque su teatro no es muy psicológico ni muy realista, sino que tiene la una vocación popular –señala el director argentino-. En el caso concreto de Othelo, me interesa por los temas tan contemporáneos que toca: el feminicidio, la corrupción, el engaño… Es un gran thriller, y representa lo opuesto a Hamlet”. Y aclara entre risas esta idea: “Hamlet dudó y Otelo no; y, como Otelo no dudó…, la mató”. Pero lo particular de este montaje es el uso del humor, irónico unas veces, y otras muy surrealista, para trasladar esa historia al espectador y hacer que pase un rato divertidísimo. “Hay un libro de Peter Brook que aquí se tradujo como La puerta abierta, pero cuyo título en francés es literalmente El diablo se aburre. Y lo que viene a contar en él –explica Chamé- es que el público no se puede aburrir nunca, porque entonces el espectáculo se hace endiablado. Yo eso lo tengo muy claro: yo al público no lo aburro. Juego con la belleza y con la poesía para ganármelo. Y lo hago gracias a la libertad que el teatro te da y que el cine, por ejemplo, no tiene. Toda esa poesía que en el texto de Shakespeare reside sobre todo en el verso yo la traslado a lo físico, a lo lúdico. Y, si consigo que el público salga con un estado emocional distinto y más positivo que el que tenía al entrar, la batalla está ganada. Lo que yo hago es un teatro que está mucho más cerca de Chaplin que de Marlon Brando”. Pero no considera el director, ni mucho menos, que ese teatro que él cultiva sea menor: “A diferencia de lo que hacen los políticos, lo que tenemos que lograr los artistas es que la gente sea un poco más feliz, y no intelectualizar más y más todo lo que vemos en las noticias y leemos en la prensa, porque… nos están volando la cabeza y la gente está muy amargada. Y no estoy hablando de crear espectáculos vacíos o superficiales; hablo de poder reír viendo esa realidad tan dura. Porque reír es un signo de inteligencia; el que ríe demuestra no ser obtuso y saber mirar las cosas desde prismas muy diferentes”.
Mientras aquí se representa Othelo (termina mal), Chamé ha estrenado en Buenas Aires –“con un éxito brutal”, según sus palabras- Medida por medida (la culpa es tuya), una nueva aproximación a Shakespeare en la se vuelven a dar la mano la comedia y la realidad más reconocible: “En este caso, la obra habla del intento de violación de una mujer por parte del poder político, y de la inflexibilidad de un hombre que nos recuerda mucho a Milei, el presidente que tenemos ahora en Argentina”.