La crueldad del ser humano muchas veces es inexplicable, sobre todo con aquellos que tienen nulas o pocas formas de defenderse, como lo son los animales. Kelly Tapayuri, especialista del Centro de Rescate Amazónico (CREA) cuenta que, solo por poner un ejemplo, para que diez guacamayos sean comercializados como mascotas o para quitarles las plumas —con la finalidad de elaborar esos famosos aretes o recuerdos que luego los turistas compran sin considerar de dónde provienen— 30 de ellos han sido lesionados físicamente y/o han muerto al ser capturados en los bosques.
A los que sobreviven los mantienen vivos con las alas o patas fracturadas para que no puedan escapar, pues cada 10 meses —tiempo aproximado que demora en crecer el plumaje— puedan retirarles las plumas y venderlas. Así como ellos, diferentes especies de la Amazonía con víctimas de del tráfico y tenencia ilegal de fauna silvestre.
El anuario forestal y de fauna silvestre 2023 del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor) señala que, solo en el 2023, se registraron 29 especies de la fauna silvestre en intervenciones realizadas por las autoridades regionales. Entre estas se encuentran tortugas como la taricaya y motelo, felinos como el jaguar, aves como el pihuicho ala amarilla, entre otros.
Durante el Techcamp "Red de colaboradores para la vida silvestre", realizado en Maynas, Loreto, líderes indígenas de organizaciones como Orau, Orpio y Aidesep, así como rescatistas, abogados, biólogos, entre otros especialistas participantes, detallaron que el tráfico de fauna silvestre y la tenencia ilegal de estas especies como mascotas son los principales peligros que afectan a estos animales en Loreto, Madre de Dios y Ucayali.
Las y los participantes explicaron que animales como los osos perezosos, tucanes, serpientes, aves y demás suelen ser extraídos de áreas naturales protegidas y reservas naturales para luego ser acopiados en las ciudades donde se concentra el comercio —como Iquitos y Pucallpa— y en zonas fronterizas, como la Triple Frontera de Perú, Brasil y Colombia; y el límite de Madre de Dios con Brasil. Es desde estos puntos que, finalmente, son trasladados fuera del país. Luego, estos son transportados para ser vendidos de forma ilegal en mercados europeos y asiáticos, teniendo como principal destino China.
Los especialistas presentes comentaron que los precios varían dependiendo de la especie, pero la venta en estos países puede ir desde cientos hasta miles de dólares, montos que las personas con mayor poder adquisitivo están dispuestas a pagar sin importan el sufrimiento, el dolor y el grave daño medioambiental que generan.
Pero el comercio y la tenencia ilegal no es la única amenaza que sufren estos animales silvestres. Estas también están ligadas a las actividades ilícitas extractivas que afectan a toda la Amazonía —como la minería ilegal, tala ilegal y narcotráfico—. Estas, junto a la creciente expansión urbana hacia el monte y los terrenos que está tomando la agricultura, también afectan el comportamiento y el hábitat de la fauna silvestre. No solo causan el desplazamiento de los animales silvestres, sino también el de su alimento, lo que genera que especies como el jaguar, por ejemplo, se acerquen a las comunidades indígenas para cazar desde gallinas hasta perros.
Cabe resaltar que el consumo de carne de monte sí está permitido en cuotas para realizar esta actividad de forma sostenible. Sin embargo, no siempre se cumple esta actividad dentro de los parámetros permitidos destinados a las comunidades nativas, ya que termina comercializada en restaurantes turísticos que compran estos insumos sin tomar la precaución de conocer si la procedencia es lícita o no.
Pese a que en el 2022 se incorporó el tráfico de fauna silvestre a la Ley contra el crimen organizado, los operadores de justicia presentes enfatizaron que aún no hay casos con sentencias firmes debido a la complejidad de las investigaciones.
Para las personas que luchan por frenar la explotación de la vida silvestre no todo está perdido. Ellos y ellas mantienen la esperanza de que el panorama puede mejorar a pesar del limitado apoyo que reciben por parte del Estado, que se hace más evidente en los centros de rescate, quienes tienen que subsistir por sus propios medios.
Las y los especialistas resaltan como posibles soluciones la necesidad de contratación, capacitación y reducción de la alta rotación de personal estatal especializado en temas de fauna silvestre; la generación de economías alternativas para las comunidades indígenas; la participación activa del Estado para brindar apoyo económico y técnico a los centros de recate; y, sobre todo, la educación a niñas, niños y adolescentes en la Amazonía para la concientización de la importancia de la vida silvestre en sus territorios.