La guerra tecnológica y comercial entre Estados Unidos y China es compleja y tiene un montón de variantes, pero hay una compañía que ha sido protagonista en el proceso estos últimos cinco años: Huawei. Ha llovido desde aquel mayo de 2019 en el que Huawei se convertía en el chivo expiatorio de la nueva guerra fría entre China y Estados Unidos. El veto de Google fue un mazazo para Huawei en occidente, pero aunque Estados Unidos ha intentado convertir a Huawei en una empresa paria, parece que el tiro les ha salido por la culata.
Este último año, la recuperación de Huawei está siendo llamativa, batiendo récords en ingresos y con una fabricación que se acerca al 100% made in China. Además, se están convirtiendo en la gran esperanza para los desarrolladores de IA en China gracias a sus chips Ascend. Esto es algo que no gusta un pelo a Estados Unidos, pero aún peor es que, como confirma el Pentágono, no se pueden librar de Huawei.
El Pentágono es una de las empresas más grandes del mundo, lo que significa que es una de la que más contrata y de las que más tratos hace con otras empresas. Desde 2019, cuando se recrudeció todo el conflicto con China y empezamos a ver los efectos de la guerra comercial, la ley estadounidense prohíbe a cualquier empresa nacional contratar a otra que siga utilizando equipos de Huawei.
Y ahí está el problema, ya que el Departamento de Defensa (que debería ser el pináculo en seguridad informática, aunque en alguna ocasión ha demostrado no ser así) afirma que, simplemente, no pueden cumplir con esa ley. De hecho, lleva unos años intentando conseguir una exención formal a esas obligaciones porque, como agencia gubernamental, no podía firmar contratos con otras empresas que usen dispositivos de la compañía china.
El problema son las telecomunicaciones. Pese a las restricciones, Huawei no sólo continuó siendo el principal proveedor mundial de equipos de telecomunicaciones en 2023, sino que esa cuota aumentó hasta el 30%, superando el porcentaje de un año anterior en el que ya dominaba por un margen contundente.
Como leemos en Bloomberg, Brennan Grignon, exfuncionaria del Departamento de Defensa, comenta que «la legislación original tenía muy buenas intenciones, pero la ejecución y comprensión de las implicaciones creo que no fue meditada. Hay ciertas partes del mundo en las que, literalmente, no se puede escapar de Huawei».
Esa dependencia de los equipos de Huawei tiene que ver con dos factores: calidad y precio. Los países que se oponen a ese deseo estadounidense de eliminar a Huawei (y que ha frustrado tratos como la venta de cazas F-35 a Emiratos Árabes Unidos) argumentan que ni Estados Unidos ni sus aliados tienen productos que sean una alternativa viable para los de Huawei.
La propia Estados Unidos sigue dependiendo de Huawei para algunas tareas y, precisamente, el personal militar estadounidense depende de esas redes en sus misiones en zonas como África. Sin embargo, algunas de las voces más importantes contra China consideran que el Pentágono no está haciendo bien su trabajo si no sabe encontrar alternativas y que deberían utilizar su poder como empresa que contrata para forzar el cambio en aquellas que sigan utilizando equipos de Huawei.
Clyde Prestowitz, presidente del instituto de Estrategia Económica de Estados Unidos comenta que siente «cierta simpatía por los muchachos del Pentágono porque tienen muchísimas cosas con las que tienen que lidiar en Asia, el Pacífico y Europa. Sin embargo, son perezosos. Para las empresas de esas áreas, tener grandes negocios con el Departamento de Defensa de Estados Unidos es importante y creo que deberíamos tomar todas las medidas posibles para eliminar a Huawei».
Y no es tanto una cuestión de que en el Pentágono sean vagos para forzar acuerdo, sino que es algo que afectaría a las arcas. Se defienden afirmando que cumplir con las restricciones marcadas por ley afectaría a su capacidad para comprar suministros médicos, ropa y otros bienes de los que dependen los militares en su día a día.
Lo cierto es que Huawei sigue muy presente en ámbitos más allá del de las comunicaciones, como el de los conversores en las instalaciones de paneles solares, donde son uno de los grandes nombres. Pero si nos vamos a China, está el mismo problema, pero con Microsoft. El gobierno chino tiene un plan de acción para desprenderse de Windows, iOS y Android y, aunque HarmonyOS de Huawei puede ser una gran ayuda, está el problema de Windows.
Llevan desde 2019 planeando eliminar Windows de los ordenadores militares y gubernamentales por miedo a que Estados Unidos los esté espiando, pero aunque están desarrollando un sistema propio en Linux llamado OpenKylin, no terminan de dar el salto. En un principio, querían hacerlo antes de que finalizara 2022, pero ahora la hoja de ruta marca 2027 como el año para reemplazar el software extranjero con versiones desarrolladas localmente.
Veremos qué ocurre, pero con ese resurgimiento de Huawei a finales de 2023 y lo que llevamos de 2024, se antoja complicado que el mundo se deshaga de su tecnología, por mucho que lo desee Estados Unidos.
Imagen | David B. Gleason, Matti Blume
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La noticia
«No se puede escapar de Huawei»: el Pentágono no puede cumplir con la ley de EEUU, lo que está frustrando tratos millonarios
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Xataka
por
Alejandro Alcolea
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