Lo dijo en noviembre de 2023 y muchos, en esta España cainita (en todo, pero implacable en lo futbolístico), lo interpretaron como una crítica. El seleccionador español de fútbol, Luis de la Fuente, dijo que él quería que formasen parte del equipo, primero, «buenas personas». Lo afirmó con la nobleza característica de las gentes de Haro (La Rioja), con la claridad y la franqueza de quienes dicen lo que quieren decir sin buscarle tres pies al gato. Yo comprendí el martes a lo que se refería. Vaya equipazo ha construido, desde la humildad, el seleccionador español.
Solo confiando en buenas personas sacas lo mejor de veteranos como Jesús Navas o Nacho mientras brillan chicos que todavía huelen a parque y medio litro de Monster, como Lamine Yamal y Nico Williams. Sólo confiando en las buenas personas que corren a tu lado le quedan energías a las piernas de Rodri, que ha sido exprimido por una temporada de locos. Sólo cuando crees en tus compañeros, revives, como Cucurella después de una campaña dudosa. Si crees que ellos son más importantes que una expulsión que te prive de jugar las semifinales, te lanzas como un león al cuello de Jamal Musiala. Rodeado de buenas personas, brillas, como Fabián y Dani Olmo, más que en tu propio club. Corres como Morata y dejas a los demás que luzcan, como reivindicó el propio De la Fuente. Porque él encarna ese espíritu en primer lugar: la humildad. Es decir, que lo de «buenas personas» se traduce por un buen equipo, algo que resulta casi imposible de hacer en tres semanas de preparación con jugadores de clubes rivales. Lo de buenas personas significa buenos compañeros, es decir, la buena onda que rezuma la selección en este momento. Es difícil predecir qué va a suceder en tres días, pero hay una energía irresistible en el juego y el espíritu de este equipo, construido desde la solidaridad y el compañerismo, palabras que De la Fuente invocó en su momento y que fueron pasadas por alto como la típica declaración hueca que hacen los deportistas en una rueda de prensa. Pero vaya que si tenían peso. La selección española no tendrá rutilantes estrellas (no carguemos este peso en los hombros de un chico de la ESO) pero sí un ambiente que se huele a kilómetros. Saber estar en un grupo, pertenecer, es la mejor manera de crear ídolos eternos.