Desde la pandemia, los adeptos al fenómeno campista se han disparado. Por tres y por cuatro, según el sector. Las fórmulas para dejarse arrastrar por esa marea verde son variadas: puedes moverte en caravana o camper, refugiarte en un bungaló o acceder a una parcela de primera categoría y dedicarte a practicar actividades que tienes olvidadas el resto del año. Es lo que ofrece -todo en uno- el Taiga Lake Caspe , un 'camping' al pie de uno de los lagos más importantes de España, que se abre, entre olivos y pinares, en pleno paraje estepario. Con 550 kilómetros de costa, hasta 60 metros de profundidad y 110 km de longitud, se extiende el gran embalse del río Ebro , construido sobre su cauce cuando está a punto de saltar a Cataluña. Resulta que en Zaragoza también hay playa. Bienvenidos al mar de Aragón. En la orilla de este pantano de Mequinenza no es difícil «desconectar para reconectar» como reza un lema del grupo Taiga, liderado por Agustín Medina y Borja de la Rica. La compañía despliega en varios enclaves privilegiados del país su propuesta de acampar con todo lujo de comodidades y disfrutar a pleno pulmón de la naturaleza. Porque es la madre Tierra la que te envuelve en sus instalaciones del Delta del Ebro , la playa de Valdevaqueros de Tarifa y en un pinar de Conil. En el camping Lake Caspe el cebo es el agua. Lo comenta Lucián Istrate, el director del establecimiento que anda estas semanas con los últimos retoques para dejar niquelados el restaurante y las dos inmensas piscinas con capacidad para 350 personas. El 'camping-resort' aloja a casi 700. Al lugar no le falta ningún servicio: cuenta con barbacoa, mesas de pícnic, recinto infantil y zona de juegos. Además de un pequeño ultramarinos que será de gran utilidad para los usuarios. Pero sin duda la joya de la corona es el puerto deportivo y la zona balizada con una plataforma para zambullirse en el agua. El mar de Aragón se presta a toda actividad náutica imaginable y el entorno hace las delicias de los amantes de la pesca, procedentes de todo el continente. Los franceses son legión. Sorprende en un ambiente seco el cultivo de la afición pescadora que encuentra siluros, black bass, alburnos, carpas, barbos y otras especies de atracción en sus aguas. La temporada de apertura en el Taiga Lake Caspe es de marzo a noviembre. A estas alturas del año hay ya decenas de personas practicando su pasatiempo favorito. Han llegado únicamente con su coche desde Corea, como una pareja que se conecta al wifi desde una de las 140 parcelas de 70 m2 de las que dispone el enclave, o con su caravana y reservan su pedazo de tierra en Zaragoza. «Hay asiduos que vienen cada quince días o dos-tres veces al año; normalmente repiten», abunda el director del Taiga Lake Caspe. Aquí se organizan también rutas de navegación por el embalse . De una orilla a otra puede haber hasta un kilómetro. Se pueden visitar dos islas internas. En una de ellas se encarama la ermita de La Magdalena (s. XVIII), ahora en estado ruinoso, que se presenta como una atalaya de antiguos monjes (y ermitaños que estuvieron hasta 1934) cuyo pozo y otros artilugios yacen en el fondo del pantano que se expande entre las poblaciones de Caspe, Chiprana, Mequinenza y Fayón . Además de la joya de patrimonio que supone para la Ciudad del Compromiso, se sabe que el Ebro era navegable y a las faldas de La Magdalena se ubicó un puerto histórico por el que discurrían las mercancías marineras en el camino natural que une Zaragoza y Barcelona. Estamos lejos del trasiego, a 15 kilómetros de Caspe, «para garantizar el descanso de los inquilinos», añade el director. En el bungaló 32 la siesta se eterniza. Y pronto Istrate da con la clave: el grupo hace del reposo uno de sus estandartes, así que ha llegado a un acuerdo con la marca aragonesa Pikolin para surtir de colchones de alta gama cada apartamento. Hay 40 bungalós (22 más proyectados), provistos de aire acondicionado. Cada uno tiene 42 m2 y 8 m2 de porche, con parcela propia para dejar el vehículo. Hay intimidad, confort y espacio para parejas, mascotas y niños. Naturaleza en estado puro también es despertar con el único sonido del agua y las aves. Gaviotas y milanos se entremezclan por la cercanía a la costa tarraconense. A este rincón tan especial lo llaman 'la Ribera maña'.