Nadie en Perú quiere recordar a Eudocio Ravines, político y escritor decisivo en la historia del siglo XX. «Pronunciar su nombre en casa o en la calle ha sido siempre invocar al mismísimo diablo. Le odia igual un socialista, un comunista y un hombre de derechas», advierte el escritor Rafael Dumett (Lima, 1963) en una entrevista con LA RAZÓN. Él, sin embargo, ha decidido burlar ese ostracismo o destierro histórico en «El camarada Jorge y el dragón» (Alfaguara), una novela que promete convertirse en saga. Reconstruir la vida de este controvertido hombre, que abandonó la militancia revolucionaria y su fe en el marxismo por la brutalidad de Stalin y las mentiras difundidas por el aparato soviético, supone para él un ejercicio de honestidad con la memoria histórica de su país, aunque el personaje le resulte repulsivo. «Del totalitarismo de izquierdas pasó al totalitarismo de derechas y acabó apoyando a algunos de los dictadores más sanguinarios», explica.
Dumett, que se encuentran en España promocionando su novela, cree que hay rasgos en Ravines que se repiten en otros líderes y pueden ayudar a entender la historia actual y el desarrollo de muchos acontecimientos, así como el germen de la vileza humana. «A pesar de la reticencia que existe en recordarle, fue un hombre fascinante, carismático, con gran formación, magnífico estratega y muy influyente en un mundo que no está tan alejado de lo que vivimos hoy».
El autor ha pasado varios años investigando, cotejando datos, preguntando… Y cuanto más se acercaba a Ravines, más ansiosa se volvía su curiosidad, sin que esto implicase la mínima condescendencia por su parte. «Es un personaje mezquino. No hay ningún político que se pueda comparar a él. Fue mucho peor que un converso y peor incluso que esos tránsfugas desvergonzados que conocemos hoy. Saltó de lo peor de un extremo a lo peor de otro. A uno y otro lado, sus convicciones fueron siempre exacerbadas».
¿Cómo emerge un político así en una localidad como Cajamarca, situada en las montañas andinas? «La raíz del mal, como suele suceder, hay que situarla en una niñez y posterior juventud marcada por una sociedad turbulenta y devastada. A ese desorden se unieron sus incipientes lecturas de Nietzsche o la Biblia, que se sabía de memoria. Creó en su cerebro un complicado fundamento filosófico y religioso que luego completó con su formación marxista». Parte de la novela la ha escrito el escritor limeño a partir de los silencios de Ravines y de lo que sugiere entre líneas en los textos que se conservan. No habla, por ejemplo, de la masacre de Llaucán, ocurrida cuando estaba en la casa de su tío Belisario. Se limita a contar que era un hombre admirado, pero no relata cómo vio el desfile de hombres que portaban en bolsas las cabezas de los niños decapitados en esta tragedia. Elude también la violencia de Cajamarca, sin parangón en el mundo. «Aunque lo omita, en su cerebro fue un cóctel molotov. Por eso, he necesitado acercarme a Ravines niño tratando de ponerme en su piel y de observar con sus ojos la guerra, el uso de trincheras y gases tóxicos o ese honor militar que él no compartía».
Dumett está avanzando ya en las próximas entregas, especialmente en la etapa rusa de Ravines y sus contactos con la Internacional Comunista. También en los personajes periféricos, que serán especialmente interesantes para el conocimiento del marxismo. «Creo que siempre me va a sorprender y esto me mueve a seguir escribiendo, aunque nunca termine de comprender sus motivaciones morales o intelectuales. El lector llegará a una conclusión».
Su pretensión es abrir un diálogo con el mundo contemporáneo, igual que hizo con «El espía del Inca», una novela sobre nazis en la Lima de los setenta. Pero rehúye la etiqueta de novela histórica: «Aunque inicialmente no fuese mi intención, creo que es costumbrista por mi modo de acercarme a los personajes y los detalles». Nos confiesa que está impaciente por seguir descubriendo al mundo la verdadera dimensión de Ravines, incluso su conexión con la España franquista. También lo está por recuperar su austera vida cotidiana en una cabaña en el bosque de Fiddletown, California. Allí convive con su mujer, cría alpacas y cultiva. No necesita más recursos que los que le da la naturaleza.