Entre el 29 de junio de 2008 y el 1 de julio de 2012, España fue campeona de todo. En la primera fecha, la de la final de la Eurocopa en Viena, Lamine Yamal era un bebé. En la segunda, la final de la Euro de Polonia y Ucrania, no había cumplido cinco años. Entre ambas llegó lo del Mundial de Sudáfrica con el gol de Iniesta. Hay niños como Lamine, porque él lo sigue siendo, que llevan la camiseta de España, incluso en el País Vasco y en Cataluña queridos Arnaldo y Carles, que pueden no saber lo que significa la estrella que lucen. Y los que lo saben desconocen qué se siente al disputar una final de un gran torneo. El domingo muchos vivirán la primera por culpa entre otros de uno de los suyos, Lamine Yamal.
La España de Luis de la Fuente se ha levantado contra muchos de los prejuicios que marcaban a la selección. Empezando por los que rodeaban el técnico. Salvo en aquellos que necesitan tener el hacha de guerra desenterrada de forma permanente para hacerse oír, el seleccionador despierta un consenso casi unánime en torno a su figura. Es un tipo normal con todo lo que eso significa en un cargo por el que han pasado personajes como Javier Clemente, José Antonio Camacho, Luis Aragonés o Luis Enrique. Los jugadores están con él sin rodeos, sin necesidad de buscar enemigos exteriores. Y ese «buenismo» de De la Fuente tiene eco en una plantilla que se preocupa sólo por sí misma, por su juego y no malgasta energías en demonios ajenos. Un vestuario sano es una garantía de éxito. Y el de España es un lugar en el que los egos están sólo al servicio del grupo.
La semifinal ante Francia ratificó lo que los cinco partidos anteriores ya habían mostrado: España es el mejor equipo del campeonato sin discusión. Los números no engañan: seis partidos y seis victorias, un registro nunca visto en el torneo. Y los triunfos han llegado con un fútbol divertido, alejado del raquitismo en su propuesta de otras selecciones, como la de Deschamps. Su rostro después de la derrota no difería en exceso del que hubiera tenido en caso de victoria. La quinta final de la Eurocopa para España tiene muchos nombres propios, pero por encima de todos está el de Lamine Yamal. Cumple años, 17, el sábado. Es la señal de que todo lo mejor está por llegar.