El pasado 1 de julio sufrió Isaac Fonseca una luxación en el codo derecho en Cutervo. Parecía imposible que reapareciera siete días después. Y menos en Pamplona, ante una imponente corrida de Cebada Gago. Pero nada es imposible para los toreros, y menos para este valiente moreliano que, pese a estar muy castigado por los toros, siempre vuelve al ruedo a seguir plantando cara. -¿Cómo se encuentra? -Al volver a sufrir otra luxación me lo enyesaron. De momento el pronóstico y lo que recomienda el doctor es estar tres semanas escayolado. En definitiva, está inmovilizado. -¿Y mentalmente? -Ya ha pasado la película, y al haber pasado un día, estoy con la sensaciones un poco más estables. -¿Considera que fue un atropello reaparecer tan rápido, o un gesto de torero? -Un poco de todo. Hay circunstancias en la vida que así lo demandan, y lo tenía claro. Desde el minuto uno, mi personalidad se ha caracterizado por tirar para adelante, y si llega un momento de complicación y hay un mínimo de posibilidades de intentarlo, siempre he sido de los que lo intentan hasta el límite. Fue hace una semana el percance anterior, pero vi esa posibilidad y no dudé en hacerlo. En esta ocasión sabía que la probabilidad de algo negativo estaba, pero, ¿cómo se va a ganar, si uno no apuesta? Era consciente de todo ello, y de hecho fue una decisión mía, porque todo el mundo de mi alrededor me aconsejaba con diversas opiniones, pero yo tenía claro que quería torear. -¿Cómo se puede torear con una luxación en el codo? -La semana pasada empecé la rehabilitación y el principal objetivo era disminuir el hematoma, y lo logramos bastante. A partir de ahí, pude agarrar los trastos. Yo soy una persona positiva, pensaba en tirarme a la primera. Yo iba con esa mentalidad, pero al entrar a matar aquello estaba latente, y pasó lo que pasó. -¿Y como fue esa rehabilitación? -Las sesiones fueron bastante duras, porque empezamos el miércoles e íbamos a contrarreloj. Estaba desde las 7:30 de la mañana hasta las 9:30 de la noche, todo el día, comía y regresaba a la clínica. Eran sesiones de diversos aparatos que hacen bajar la hinchazón, y luego el tratamiento con el fisio. Fue una paliza, y por esa parte también me siento orgulloso, porque lo intenté hasta el final, hasta el lunes. -Debió dolerle muchísimo al pinchar. -Sí, dolió, pero más allá del dolor me concentré en que no podía mover el codo. Si hubiera sido un experto, me lo hubiera tratado de acomodar, pero tuve una sensación extraña ya que sentía el codo salido. Obviamente, no fue tan fuerte como la de Perú, pero igual esa sensación me hizo armarme, y ya estando en enfermería el doctor me lo volvió a colocar. «Esperemos que la recuperación sea rápida, primeramente Dios», dice de despedida. Al Señor fue el único brindis que pudo hacer en la plaza, al igual que a las personas que le ayudaron. Persona de fe acendrada, es también consciente de que con voluntad y espíritu de sacrificio, cualquier meta se alcanza mucho antes.