Cuando jugó en el Sevilla y se hizo hermano de San Benito tenía cara de regentar una imprenta en Cuéntame. Con su bigote, el pelo que aún le quedaba peinado hacia atrás, su educación de pueblo cristiano, de gente que le daba importancia a las formas, a la liturgia, a la educación. Un lateral con pinta de médico de familia, de los que uno puede llegar a imaginarse leyendo prensa en el Casino del municipio en un sillón orejero o bajándose chatos en la barra de una taberna con solera, tratando de usted a los parroquianos, pasando al tuteo con esa sonrisa amable y antigua del culto al respeto. Ahora es calvo, lleva gafas y tiene dos bíceps con capacidad...
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