Foto: Jamie Squire/Getty Images
Aquel sábado 28 de junio de 2014 Río de Janeiro despertó calurosa como siempre. El cielo estaba límpido, de color celeste y eso ayudó a levantar un poco la moral de los uruguayos. Por aquellas horas había un sentimiento de injusticia, bronca y angustia. Horas antes Luis Suárez había sido echado del Mundial literalmente, porque ni siquiera lo dejaron permanecer en Brasil. Lo habían tratado peor que a un criminal común; casi como a un terrorista por haber mordido en el hombro a Giorgio Chiellini en el triunfo 1-0 de Uruguay sobre Italia que significó el pase a octavos de final de la Copa del Mundo y la eliminación azzurra.
El plantel que orientaba Oscar Tabárez estaba golpeado en lo más profundo porque sabían que habían perdido a su máxima figura, pero por sobre todas las cosas porque eran conscientes de los sacrificios que había hecho para estar junto a sus compañeros en Brasil y porque le habían aplicado una sanción descomunal, suspendiéndolo por varios meses.
El Pistolero se había operado pocos días antes de la competición, se perdió el debut con derrota 1-3 ante Costa Rica y volvió para anotar un doblete en la victoria 2-1 sobre Inglaterra. Se emocionó, lloró, se abrazó a todos lo que pasaban a su lado porque no cabía en su cuerpo tanta felicidad, pero se la arrancaron de un tirón. ¿Se equivocó con Chiellini? Sí, y fue el primero que lo supo, pero no merecía tal desprecio de parte de la FIFA.
Christian Stuani sería su reemplazante en el partido de esa tarde en Maracaná, ese que enfrentaría a Uruguay con Colombia. Futbolísticamente no habían habían muchas dudas, porque La Celeste estaba en condiciones de pelearle la clasificación a los cafeteros por más que venían embalados ya que habían ganado sus tres partidos del Grupo C ante Grecia, Costa de Marfil y Japón. El déficit principal era el anímico, porque el espíritu estaba a la altura de los tobillos. Y ocurrió lo previsto: el equipo fue una sombra en la cancha. Estuvo apagado, sin chispa y reflejó el sentimiento generalizado de los uruguayos. El resultado fue una derrota 2-0 que sacó a Uruguay del Mundial justo en Maracaná.
Aquella tarde de sábado hubo un gran protagonista que fue una pesadilla: James Rodríguez, el número 10 de Colombia cuya ficha pertenecía al Oporto, defendía al Mónaco y luego del Mundial pasaría a Real Madrid, al que llegó como máximo anotador de la Copa del Mundo con 6 tantos.
Iban 28 minutos cuando metió el primero. Recibió de espaldas al arco, hizo un control orientado con el pecho para que la pelota le quedara en la zurda, la sacudió y concretó un golazo. Y el segundo lo hizo a los 50’, cerrando una jugada al borde del área chica. En sus pies murieron las pocas esperanzas de Uruguay.
Este miércoles, 10 años más tarde, esa pesadilla celeste llamado James Rodríguez vuelve como el líder de su selección. Son 5 las oportunidades en que James ha enfrentado a Uruguay, con 2 triunfos, 1 empate y 2 derrotas y ha marcado tres goles, porque además de aquellos dos tantos mundialistas marcó en el duelo del año pasado por Eliminatorias disputado en Barranquilla y que finalizó con igualdad en 2. Ahora en Estados Unidos quiere completar su obra y conducir a la selección cafetera a la final y por qué no al título continental.
En esta Copa América 2024 ha marcado solo un gol y fue de penal en el partido pasado, en la victoria 5-0 sobre Panamá, pero es el gran candidato a obtener el premio a Mejor Jugador del torneo por lo que ha hecho jugar a Colombia. Y otra vez se cruza en el camino de La Celeste. El Freddy Krueger de Uruguay pretende ampliar su leyenda maliciosa.
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