Pese a la ausencia deliberada del Presidente en su primera cita del bloque y sus críticas en el pasado, desde Cancillería presentaron una serie de ideas a los otros estados para reformarlo. Los tres "aggiornamientos" que proponen: comercial, financiero y burocrático
Mientras el presidente Javier Milei eligió deliberadamente pegar el faltazo a su primera cumbre del Mercosur hoy para visitar a su aliado político Jair Bolsonaro en un gesto que no pasa desapercibido a Luiz Inácio Lula da Silva, su canciller Diana Mondino lo representará ante el bloque con una jugada igual de desafiante para Brasil: presentar una postura de la Argentina de reformar el funcionamiento del bloque y adecuarlo a un "modelo Milei".
En Cancillería lo piensan en términos de "tres aggiornamientos" a las formas de operar y pensar el Mercosur: uno de carácter financiero, otro normativo y uno relacionado con la negociación externa. Así los explicitaron en los primeros intercambios técnicos del cónclave desde mediados de semana, donde aseguran que no están solos. Y la propia canciller adelantó algunos puntos en el plenario de ayer junto a sus pares.
¿Qué forma adquiere un Mercosur modelo Milei? Es sabido que para el Presidente libertario, en su ideal, el bloque como tal debería dejar de existir. En la campaña de 2023, lo catalogó en más de una ocasión como "una unión aduanera defectuosa, que perjudica a los argentinos de bien, es un comercio administrado por Estados para favorecer estados prebendarios". Y en rigor, sus palabras son coherentes con su pensamiento previo.
"Nada de flexibilidad como reclama el gobierno uruguayo. Eliminarlo. Porque en el fondo es comercio administrado por los Estados en el Mercosur. ¿Por qué el gobierno tiene que estar regulando nuestras transacciones comerciales?, ¿a título de qué?", había lanzado en una entrevista con el medio uruguayo Búsqueda, en 2021, año de su primera victoria política. Empezaba entonces a ser una figura de reverberación estridente en el escenario regional.
En gran medida, el espejo de Milei es lo que el entonces presidente Donald Trump pudo hacer con el NAFTA en los años de su presidencia. Aunque en su caso, se trataba de un bloque mucho menos institucionalizado y con una contundente asimetría por parte de los Estados Unidos -con sus importaciones intrarregional- para forzar a Canadá y México a sentarse a renegociar y firmar bajo sus propios términos.
La relación de la Argentina hoy dentro del esquema del Mercosur dista mucho de aquella correlación de fuerzas de Trump frente a sus socios. Al contrario, en la última década el Mercosur fue perdiendo relevancia para las economías del bloque. Acorde a un informe del Centro de Economía Internacional de la Cancillería, en el primer cuatrimestre de 2024 la participación del comercio dentro del bloque estuvo entre los mínimos históricos y las exportaciones extrarregionales fueron 8,7 veces las exportaciones entre sus socios. En relación a otros bloques como la UE, el NAFTA y la ASEAN, su peso en el total del comercio es significativamente menor.
De ahí que entre la promesa mileísta de dinamitar el Mercosur y los planes reales que empuja la Cancillería hay una importante distancia: la propuesta que lleva Mondino a la mesa es mucho más reformista que revolucionaria, y toma algo de lo que Bolsonaro quiso forzar con Brasil cuando estaba al mando y lo que Uruguay pretendió empujar, desde lo institucional -y con menos peso gravitante- de la mano de su actual mandatario, Luis Lacalle Pou. A todo eso le suma un toque Milei.
Desde mediados de semana, cuando arrancaron las reuniones técnicas de la mano de la Comisión de Comercio del Mercosur (CCM) a las conversaciones de referentes diplomáticos de comercio de cada país, en el Grupo del Mercado Común (GMC), el plan que la Argentina puso sobre la mesa en la Era Milei consiste en un mapa de tres puntos que buscan modificar el funcionamiento del Mercosur acorde a la real politik del gobierno libertario.
"El Mercosur está necesitando un shock de adrenalina", sostuvo ayer la canciller. Junto a Mondino estuvieron Marcelo Cima, secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, y Pablo Quirno, secretario de Finanzas del Ministerio de Economía. También participaron el titular y la vice de la comisión de RR.EE. de Diputados, Fernando Iglesias (PRO) y Juliana Santillán (LLA).
Los tres ejes que busca empujar la Argentina a tono con una visión liberal del Mercosur son la desburocratización del bloque, el uso racional de los recursos y un nuevo enfoque en la comercialización con los terceros socios. No son discusiones nuevas en la órbita de la integración pero sí constituyen un cambio de posicionamiento de la Argentina frente a estas cuestiones, en particular si se considera los últimos años.
En lo referente al primer punto, a lo que se apunta es a acelerar los procesos de internacionalización de normas, agilizando tiempos y etapas que hoy establecen los protocolos regionales. "No se trata de modificarlos sino de interpretarlos", explicaron a El Cronista ante la consulta sobre la mecánica de transformación de la letra legal de esos documentos.
Por el carácter intergubernamental de sus órganos decisorios, donde cada Estado parte tiene un voto y las decisiones deben ser tomadas por consenso y con la presencia de todos, la dinámica de adopción de las decisiones sigue una lógica similar. El Mercosur toma sus decisiones a través del Consejo del Mercado Común (CMC), que conduce políticamente el proceso de integración; el Grupo Mercado Común (GMC), a cargo del funcionamiento cotidiano del bloque, y la Comisión de Comercio (CCM), encargada de la administración de los instrumentos comunes de política comercial.
En torno a estos órganos, según explica el organigrama del Mercosur, existen 300 foros de negociación sobre diversos capítulos temáticos y sectores, conformados por representantes de cada país miembro. De sus intercambios surgen también iniciativas para ser consideradas por los órganos decisorios.
Una vez negociadas y aprobadas las normas por los tres órganos ejecutivos, las mismas adquieren carácter obligatorio e incluso deben ser incorporadas a los ordenamientos jurídicos nacionales cuando así lo requiera a través de los procesos que cada país mantiene según su legislación.
El denominado Protocolo de Ouro Preto, firmado por los miembros del bloque, institucionalizó el camino estableciendo plazos comunes. Su artículo 40 fija que una vez aprobada la norma, los Estados Partes adoptarán las medidas necesarias para su incorporación al ordenamiento jurídico nacional y comunicarán las mismas a la Secretaría Administrativa del Mercosur que, a su vez, comunicará el hecho a cada Estado Parte.
"Las normas entrarán en vigor simultáneamente en los Estados Partes 30 días después de la fecha de comunicación", fija el documento. En el gobierno de Milei pretenden apurar los tiempos y aprovechar el aniversario de este protocolo en diciembre como marco para repensar sus alcances, sin modificarlo.
"Tomás decisiones y hay que seguir un proceso de internalización largo y tedioso. Esto debería agilizarse, sobre todo dependiendo de ciertas normas y decisiones claves. Que se pueda decir 'esto es válido a partir de mañana'", sostienen desde el Ejecutivo. Mondino puso el ejemplo ayer de un área donde aún no se conversa y mucho menos se legisla en la región, la inteligencia artificial. No es menor cuando se piensa en el potencial del bloque en ese rubro.
Acorde al completo informe del CEI, las exportaciones de servicios de Argentina y Brasil son principalmente extrazona, sobre todo para Brasil. Para la Argentina, en cambio, la proporción extra/ intrazona es de 80%-20%. Dentro de este capítulo, los llamados Servicios Básicos del Conocimiento fueron ganando participación en los últimos años y explican cerca del 60% de las exportaciones en este campo.
Para la Argentina, hay una apuesta por consolidar al país como hub regional de la inteligencia artificial, tal como desde el propio Gobierno explican. Para ello, se piensa en desregulaciones que acompañen las condiciones favorables que ofrece el país. La canciller aseguró ayer que la Ley Bases es el puntapié para avanzar en esa dirección.
El segundo punto, relacionado a los recursos del bloque, es una regionalización del "No hay plata" que el gobierno de Javier Milei fijó como lema en Argentina para justificar ciertos recortes de fondos nacionales. En lo que refiere al bloque, se podría traducir en un ajuste a los fondos regionales aunque oficiamente hablan de una racionalización.
"Todos los costos del Mercosur van a tener que ser evaluados en función de los objetivos y ver correlaciones", sugieren desde Cancillería. Aspiran a sumar voluntades del resto de los socios para revisar tanto los fondos estructurales -cuánto se aporta y cuántos objetivos se consiguieron con esos recursos- así como las instituciones. "Nada raro, miremos lo que ponemos y qué se obtiene de lo que ponemos", afirman.
El Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM) es uno de los que está en la mira. Creado en 2004 como el primer mecanismo solidario de financiamiento propio de los países miembros con la meta de reducir las asimetrías dentro del conjunto. En Argentina hacen las cuentas: dicen que aporta $270 millones y Brasil otros $600 frente a lo que Paraguay y Uruguay contribuyen siendo los más beneficiados.
El grueso de los proyectos vigentes en el FOCEM corresponden a estos país -Paraguay (20) y Uruguay (19)-, seguido por Argentina (6), Brasil (5) y Bolivia (1), en un proceso lento de incorporación que podría extenderse hasta dos años más para completar al 100% todos los requerimientos como miembro pleno.
Luego hay tres iniciativas de carácter pluriestatal que hacen foco en el programa de Saneamiento Urbano Integrado Aceguá/Brasil y Aceguá/Uruguay, una línea de Investigación, Educación y Biotecnologías aplicadas a la Salud y el denominado Programa de Acción MERCOSUR Libre de Fiebre Aftosa - PAMA.
Son fondos que se entregan en carácter de donación no reembolsable para financiar hasta el 85% del valor elegible de los proyectos de infraestructura que presentan y con los que se busca "promover la convergencia estructural, desarrollar la competitividad y promover la cohesión social, en particular de las economías menores y regiones menos desarrolladas, y apoyar el funcionamiento de la estructura institucional y el fortalecimiento del proceso de integración". El objetivo es plantear su análisis hacia adelante.
Por último, la "interpretación" en el rígido esquema de negociación del Mercosur con otras fuerzas políticas es un punto que ya en su momento puso Uruguay sobre la mesa al hablar del "corset" del bloque que le impedía a la gestión de Luis Lacalle Pou avanzar con conversaciones y acuerdos con Corea del Sur por fuera del formato 4+1 -los cuatros miembros plenos y la contraparte negociadora- y la regla del consenso.
En Argentina lo piensan en términos de "mayor libertad", sea a través de una suerte de "waiver" o para repensar el mecanismo de toma de decisiones que habilite una negociación externa en diferentes formatos. Paralizado el acuerdo con la Unión Europea y no por falta de interés de la Argentina, desde el Gobierno quieren imprimir una mayor velocidad al resto de las negociaciones con los bloques, como el de EFTA, Indonesia y Vietnam. Es lo que apuestan a cerrar y donde ven que Brasil puede presentar ahora mayores obstáculos para el avance de estos procesos.
Aseguran que "lo único que no traban desde Brasilia es lo que les interesa que salga". Específicamente la UE. Pero con el resto dilata la agenda que la Cancillería argentina presentó a comienzos de año, cuando tuvieron lugar los primeros contactos. Confían en torcer la correlación de fuerzas hoy vigente en este campo del 3-1 al 2-2, con Uruguay y la Argentina jugando en tándem a favor de la flexibilización.
Así y todo, en el ala diplomática argentina saben que la falta de sintonía política entre Milei y Bolsonaro no ayuda pero también pesan razones estructurales. "Lo cierto es que, más allá de Milei y Lula, cada vez somos menos relevantes para Brasil en términos comerciales. Mientras que Brasil sigue siendo nuestro principal socio hoy somos el tercer socio comercial, muy cerca de ser el cuarto", reconoce una fuente de la diplomacia a El Cronista.
Aseguran que en la dinámica cotidiana, la relación es "muy intensa y extensa" pero sin cambios en lo técnico porque, tal como sucedía con el vínculo Bolsonaro-Fernández, los canales diplomáticos se mantienen aceitados para corregir los excesos de la política aunque es más difícil que generen iniciativas. "La diplomacia profesional recoge los juguetes del piso -ilustran en la Casa-. Por debajo, la diplomacia profesional se maneja sobre los carriles de la ambigüedad constructiva".
Por último, otro punto donde Mondino anunció ayer que la Argentina presentará una propuesta de análisis propia en el semestre que inicia es en relación al Arancel Externo Común. Lo describió como "relativamente alto para los estándares internacionales y que, por su alta dispersión y excepciones, dificulta la operatoria de nuestras empresas".
En el final de la gestión de Cambiemos, Macri coincidió con Bolsonaro en que el elevado valor del AEC ponían a la Argentina y Brasil en desventaja frente al mundo donde, acorde al especialista en comercio Marcelo Elizondo, el promedio de las cargas arancelarias ronda el 4%, casi la mitad.
Según el reporte del CEI, de Cancillería, durante los últimos 20 años, el comercio extrazona mostró una fuerte expansión con el impulso de los commodities y una cuota cada vez mayor de China, que hoy es el principal comprador -26% de las exportaciones del Mercosur- y el primer vendedor -21% de sus importaciones- aunque con una balanza mucho más primarizada en la generación de riqueza por parte del bloque en relación a las importaciones.
En el Gobierno hoy no hablan de reducción unilateral, al menos desde la rama diplomática que entiende que debe estudiarse en el marco de acuerdos específicos. Pero sí señalan que presenta demasiadas dificultades -por excepciones y picos- que se deben resolver. Y en esa dirección pretenden avanzar.
