Hoy, lunes 8 de julio, el santoral de la Iglesia Católica conmemora a varios beatos y santos que han formado parte de la historia del cristianismo. Además de ser una forma de honrar a los santos y beatificados, también sirve como una guía para los católicos, que pueden encontrar inspiración en las vidas y obras de estos santos.
San Procopio de Scythopolis vivió en el siglo VIII en la región de Decápolis, cerca de la ciudad de Escitópolis (actual Beit She'an en Israel). Inicialmente, fue monje en un monasterio, donde se destacó por su profunda vida de oración y penitencia. Más tarde, optó por una vida eremítica, retirándose al desierto para vivir en completa soledad y dedicación a Dios. Durante este período, se le atribuyen diversos milagros que testimonian su santidad y cercanía con lo divino.
Aunque vivió una vida dedicada a la oración y la penitencia, San Procopio enfrentó adversidades durante su tiempo en el desierto. Se cree que fue exiliado de su monasterio en un momento dado, lo que le llevó a profundizar aún más en su vida eremítica. Finalmente, murió en paz en su ermita, dejando un legado de santidad y devoción.
San Procopio fue venerado como santo poco después de su muerte debido a su reputación de santidad y los milagros atribuidos a él. Su culto se extendió especialmente entre los monjes y eremitas que buscaban seguir su ejemplo de vida austera y dedicación a Dios en el desierto. La Iglesia Católica lo canonizó oficialmente, estableciendo el 8 de julio como el día de su festividad, en el que se recuerda su vida y legado espiritual como modelo de vida monástica y eremítica.
