El 5 de febrero de 2022, ProLima derribó el cerco perimétrico de la plazuela San Francisco de Lima, ubicada en pleno corazón del centro histórico, a pocos metros de Palacio de Gobierno y de la Municipalidad de Lima Metropolitana. Desde entonces, los franciscanos y las autoridades de la entidad en mención expusieron sus razones: los primeros adujeron que el derribo se había llevado a cabo sin un estudio de impacto patrimonial, mientras que ProLima argumentó que la demolición estaba contemplada dentro de su plan maestro.
En este punto, importa poco o nada saber de quién es la responsabilidad ante el horror de la evidencia, que tira por los suelos todas las campañas de promoción y difusión sobre las bondades turísticas y culturales que depara el centro histórico. La realidad es una sola: el más perjudicado no solo es el público, peruano y extranjero, que en cientos (y en miles) se acerca a conocer las famosas catacumbas del Museo San Francisco, sino también el gran público que tiene que pasar por ahí, especialmente, los fines de semana, encontrando un paisaje desalentador que contradice la máxima edil de que Lima es una potencia mundial y otras maravillas que no hallan coherencia en la realidad.
Desde la demolición del cerco, las cosas se anunciaron torcidas: el 16 de febrero de ese mismo 2022, un camión de la Municipalidad de Lima se hundió en la plazuela afectando la bóveda de las catacumbas, y el 22 de agosto de aquel año en curso, el Tercer Juzgado Especializado en lo Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, ordenó a la MML y al Mincul no realizar ninguna intervención en el Conjunto Monumental San Francisco hasta que la obra cuente con un estudio de impacto patrimonial y que, por mientras, se haga un cerco temporal.
Por otra parte, el 26 de abril de 2023, el Tercer Juzgado Especializado en lo Constitucional declaró infundada la demanda de amparo presentada por la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú en contra de la Municipalidad de Lima y el Ministerio de Cultura, aduciendo que el cerco perimétrico, que data de 1987, no tiene valor cultural, puesto que fue construido para impedir que la plazuela se convierta en refugio de gente de mal vivir.
Es indudable que entre ProLima y los franciscanos hay una guerra discursiva, y vista la situación desde la distancia, ambas partes tienen razones atendibles, pero ¿cuánto tiempo tiene que pasar para que no parezca que ha caído una bomba en la plazuela? Además, este escenario signado de mal gusto y dejadez, está a no más de cien metros de la sede de ProLima y a poquísimos metros de los franciscanos.
Ambos bandos creen estar en lo correcto y mientras deambulan en su mundo paralelo, la imagen que se proyecta a los locales y extranjeros no admite reparos: no hay voluntad política de diálogo, sino absoluta dejadez.
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Esta nota la publicó La República el miércoles 5 de junio. Desde entonces, varias cosas han pasado en el lío entre ProLima y los representantes del convento San Francisco: a la fecha, el Poder Judicial ha fallado a favor de ProLima y los franciscanos apelarán al Tribunal Constitucional. Como señalamos en La República: urge que las autoridades respectivas se sienten y conversen. Intercambiar ideas es también cultura. Ese cerco no le hace nada bien a la imagen que se quiere proyectar del centro histórico de Lima.