Este domingo, 7 de julio, a partir de las 20.00, Europa saldrá de dudas.
El partido de extrema derecha Agrupación Nacional (RN) fue la fuerza más votada en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas que se celebraron el pasado domingo, 30 de junio. En segunda posición se situó el Nuevo Frente Popular, la alianza de las principales formaciones de izquierda, mientras que la coalición de centro construida alrededor del partido de Emmanuel Macron (Juntos por la República) quedó en tercer lugar.
Fue la primera vez que la extrema derecha ganó una primera vuelta de las elecciones legislativas en el país.
La extrema derecha y sus aliados desertores de la derecha se hicieron con el 33% de los votos, mientras que la alianza de izquierdas cosechó un 28%. A continuación quedó la coalición presidencial, con cerca del 21%, seguida del partido de derecha Los Republicanos, con el 6,6%.
Los resultados de la primera vuelta sirvieron para definir qué candidatos recibieron suficientes votos para acceder a la final en cada circunscripción, que se disputa este 7 de julio. Solo entonces se conocerá el nombre definitivo de los diputados que ocupan cada uno de los 577 escaños de la Asamblea, que se deciden de manera individual en cada circunscripción.
Los institutos de sondeos han elaborado proyecciones de cómo eso podría traducirse finalmente en escaños, y los últimos de Ipsos par Le Monde dan a los de Le Pen una horquilla de 175 a 205 escaños en la Asamblea Nacional tras la segunda vuelta, lo que no se traduciría en una mayoría absoluta (que se sitúa en 289). El Nuevo Frente Popular se haría con entre 145 y 175 asientos. El bloque presidencial enviaría de 118 a 148 diputados (actualmente cuenta con 250), y Los Republicanos se moverían en una horquilla de entre 57 y 67 escaños.
Con las renuncias de candidatos a la segunda vuelta y pidiendo votar la lista mejor colocada frente a Agrupación Nacional. Los propios institutos de sondeos explican que estas proyecciones deben tomarse con precaución, y eso que la “alianza republicana” entre la izquierda y el macronismo ha eliminado 200 duelos triangulares en las circunscripciones.
La participación también será un factor clave. A modo de ejemplo, en 2022 los sondeos daban a Agrupación Nacional entre 10 y 40 escaños tras la primera vuelta de las elecciones legislativas de 2022; finalmente, el partido obtuvo 89 escaños.
El partido de extrema derecha de Marine Le Pen, Agrupación Nacional, ha ganado este domingo la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas. Eso significa que ha sido el más votado en el conjunto de Francia, pero aún queda mucho por decidir. Hasta que no acabe la segunda vuelta y sea cómo ha operado la concentración de voto contra la extrema derecha no se conocerá el número exacto de escaños de cada candidatura.
Los 577 diputados que componen la Asamblea Nacional, la cámara baja del Parlamento francés (la disolución no afecta al Senado). Cada uno de los escaños se elige entre los candidatos inscritos en un área geográfica individual (la circunscripción electoral), mediante un sistema de elección a doble vuelta. A la segunda vuelta (este 7 de julio) acceden aquellos candidatos que han superado el umbral del 12,5% de los electores inscritos en su circunscripción y que hayan decidido no retirarse.
En las circunscripciones con alta participación no es extraño que se clasifiquen para la final tres o cuatro candidatos. Por otro lado, un candidato puede ser elegido en la primera vuelta si consigue una mayoría absoluta de los votos.
De los 577 escaños en juego en estas elecciones, 76 ya se han decidido en la primera vuelta, en aquellas circunscripciones en las que un candidato obtuvo más del 51% de los votos. Entre ellos se encuentran 39 de RN; 32 del Nuevo Frente Popular; dos de la coalición presidencial; y cuatro de otros partidos.
Sea cual sea la composición de la nueva Asamblea que salga de estos comicios, la cámara baja no podrá ser disuelta de nuevo hasta que no transcurra un año desde las elecciones.
Tres grandes bloques agrupan la mayoría de candidatos que se presentan a estas elecciones. Por un lado, el del partido del presidente Macron (Renacimiento) y sus aliados centristas (MoDem y Horizontes, el partido del ex primer ministro Édouard Philippe). En caso de reeditar la mayoría parlamentaria que consiguieron en 2022 (245 diputados), sería previsible que Gabriel Attal fuese de nuevo el primer ministro. Pero todo parece indicar que se quedarán muy lejos de eso.
Por otro lado, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen domina el bloque de extrema derecha, que llega tras haber ganado claramente las elecciones al Parlamento Europeo. En 2022 consiguió 89 diputados, su mejor resultado histórico. Si el bloque de extrema derecha consigue mayoría absoluta en estas elecciones, Emmanuel Macron podría nombrar a Jordan Bardella como jefe de Gobierno.
En la izquierda, el bloque progresista creó una alianza electoral –llamada Nuevo Frente Popular– para presentar un único candidato en la mayoría de circunscripciones, candidatos que cuentan con el respaldo de las cuatro formaciones (Francia Insumisa, Partido Socialista, Europa Ecología-Los Verdes y Partido Comunista). No obstante, los líderes de los cuatros partidos han anunciado que no designarán un candidato a primer ministro hasta conocer el resultado final de legislativas, este domingo por la noche.
A pesar de haber llegado en tres ocasiones a la segunda vuelta de la elección presidencial, hasta 2022 el partido de Marine Le Pen solo contaba con nueve diputados. Varios factores explican que las legislativas supusieran una barrera para el partido de extrema derecha: por un lado, en las cuatro décadas en las que Jean-Marie Le Pen fue presidente el Frente Nacional (1972-2011) nunca consiguió una verdadera implantación local, necesaria para lograr los votos en cada circunscripción; por otro, el sistema de elección facilitaba que en la segunda vuelta se creasen las coaliciones contra un partido marginado por el resto de formaciones políticas y por una mayoría de los votantes.
En la última década, el contexto ha cambiado. Agrupación Nacional ha ido aumentando el número de candidaturas en cada cita electoral y en las encuestas de opinión se refleja el éxito de la estrategia normalización que hace que cada vez más franceses lo consideren como una opción real de gobierno. En las pasadas elecciones legislativas el partido de Le Pen fue el segundo con más diputados en la Asamblea y todo indica que en esta cita será la formación con más escaños.
El nombramiento del primer ministro es una prerrogativa exclusiva del presidente de la República y la Constitución francesa de 1958 no establece límites sobre a quién puede designar para el puesto. No obstante, bajo el actual sistema, el primer ministro siempre ha sido una figura de la mayoría parlamentaria en la Asamblea. De entrada, por una razón práctica: la cámara tiene la capacidad de forzar la dimisión del primer ministro mediante una moción de censura, si ésta recibe el voto de una mayoría absoluta de los diputados. Puede darse la circunstancia de que la persona designada por el presidente decline la nominación, en cuyo caso el jefe de Estado debe encontrar una alternativa.
Si un partido de la oposición obtiene la mayoría absoluta en la Asamblea, lo previsible es que el presidente nombre a un miembro de esa formación como primer ministro, aunque sea de una orientación política distinta a la del presidente. Bajo el actual sistema político, Francia ha vivido tres cohabitaciones: la primera tuvo lugar de 1986 a 1988, cuando el socialista François Mitterrand nombró primer ministro al conservador Jacques Chirac; la segunda durante el segundo mandato de Mitterrand con el también conservador Édouard Balladur, de 1993 a 1995; y una más larga con Chirac como presidente y el socialista Lionel Jospin como jefe de Gobierno de 1997 a 2002.
En todo lo relativo a la política interior, el poder está claramente en manos del primer ministro y de la Asamblea. El presidente queda relegado entonces a un papel secundario; puede negarse a firmar ciertas decisiones del Ejecutivo, pero su capacidad de bloqueo es limitada: por ejemplo, en la primera cohabitación, Mitterrand se negó a firmar los decretos elaborados por el Gobierno para la privatización de algunas empresas públicas, ante lo que el Ejecutivo buscó una alternativa legislativa y las aprobó en la Asamblea mediante un proyecto de ley.
Y aunque en Francia se suele decir que la política exterior y la defensa son “ámbitos reservados” del presidente, la Constitución no es tan clara. El jefe de Estado es también chef des armées y es la única persona con capacidad para decidir sobre el empleo de armas nucleares, pero lo cierto es que Gobierno y Parlamento tienen el control del presupuesto y de la organización de la defensa nacional. A efectos prácticos, el Ejecutivo podría oponerse al envío de material militar o soldados a otros países, aunque así lo solicite el presidente.
El presidente de la República nombra a los ministros a propuesta del jefe del Ejecutivo. Es, por tanto, el primer ministro quien decide la composición de su gobierno. En caso de cohabitación, hay precedentes en los que un presidente se ha negado a nombrar la primera elección del primer ministro para ciertas carteras relacionadas con diplomacia y defensa. Tradicionalmente esos puestos exigen un candidato de consenso, porque una falta de acuerdo podría desembocar en un bloqueo institucional.
Una posibilidad evocada en algunos medios sería la de un gobierno de unidad nacional, en caso de un Parlamento muy dividido, situación inédita en Francia bajo el actual sistema. Pero en ese caso el presidente debería encontrar una figura que pueda ser respaldada por una coalición de partidos de diferentes ideologías, capaz de formar un gobierno que incluya ministros de varios partidos. Con la actual polarización de la política francesa, es difícil imaginar una alianza o un candidato así.