Más que como el estoqueador formidable que fue, a Luis Mazzantini se le evoca en Cuba por sus tórridos amores con la actriz francesa Sarah Bernhardt, que tuvieron lugar en La Habana. Su excentricidad y valentía, y su suerte como donjuán, dieron pie a una frase que se emplea ante un propósito que entraña dificultades enormes, que no salva “ni Mazzantini el torero”.
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