Con permiso de "sus satánicas majestades", Patti Smith es, a sus 77 años, la sacerdotisa del punk, la penúltima leyenda viva del rock, la última de esa generación de "enfants terribles" que hacen de la música una ciencia oculta. Anoche enamoró con su rock reivindicativo a los casi 2.000 barceloneses que asistieron a su concierto en los Jardines del Palau de Pedralbes inaugurando Les Nits de Barcelona. Rock puro con sus propios himnos y sus conocidas versiones de letras de artistas como Bob Dylan, Kurt Cobain, Jimmy Hendrix o Lana del Rey.
Se plantó sobre el escenario y agitó con su música al público. Desde el casi susurro hasta el grito de "Ghost Dance", lanzando un mensaje de denuncia del exterminio de los pueblos nativos americanos. Rindió también homenaje a Bob Dylan, con "Man In The Long Black Coat", y lo hizo hierática como una estatua. Tuvo tiempo para la nostalgia y evocó a Fred "Sonic" Smith, padre de su hijo Jackson, guitarrista de la banda de la cantautora.
La primera vez que Patti Smith cantó en Barcelona fue en 1976, el mismo año que los Rolling Stones, invitada por su amigo Gay Mercarder, a quien anoche dedicó Nine. Eran los años en los que la música y escritora quería ser tan subversiva y genial como Rimbaud. Y se ganó a pulso su particular temporada en el infierno.
La irrupción de Patti en el Nueva York de los 70 fue un estallido de arte y libertad. Vivió sus años famélicos en la ciudad junto a su novio fotógrafo Robert Mapplethorpe, que aún no había definido del todo su orientación sexual. El romance no pudo ser, pero mantuvieron una amistad profunda hasta su muerte en 1989, a causa del sida. Estaban unidos por su obsesiva pasión artística. Él quería ser Rodin y Patti idolatraba a Rimbaud. Optó por poner música a sus propios poemas, que tan bien encajaban en el proto punk inclasificable y altamente creativo que emergía, con su punto de sordidez, en Nueva York, con iconos como Iggy Pop otra leyenda salvaje del pop-rock. Si alguna vez Patti tuvo un aura de santidad, se la debe a la iconografía católica de Mapplethorpe.
De él es la icónica imagen de Patti desnuda, con una pose encorvada, mientras su cuerpo dialoga con una red de luces verticales, horizontales y diagonales. Su figura se debate entre la fragilidad y la fuerza, "como un pajarito que emerge de un caparazón agrietado", según describió Patricia Morrisroe en "Mapplethorpe, A Biography", (Londres, 1995).
Inconformista, rebelde y con una imaginación rompedora, Patti Smith triunfó con su música experimental de poesía y rock and roll y se convirtió en madrina del punk, elevando a lo más alto este movimiento musical con el lanzamiento de su desgarrador disco "Horses" en 1975. Con él hizo toda una declaración de principios.
Puede que sea la mujer más influyente en el mundo de la música, el punk y el rock de la segunda mitad del siglo XX. Nacida en una familia obrera, amate del jazz y muy religiosa, en Chicago, se mudó a Filadelfia y Nueva Jersey. En la adolescencia se rebeló contra cualquier convencionalismo y se refugió en la poesía de Rimbaud. Abandonó la Universidad y fue madre precoz. Su mundo dio un vuelvo cuando en 1967 se mudó a Nueva York. En Manhattan comenzó a escribir música y poemas. A sus pies tenía todo un universos por contar y por cantar.
Sigue amando el arte en todas sus expresiones y se ha ganado la admiración de poetas, escritores, músicos, pintores y actores. Su faceta más desconocida es la de escritora de novelas de corte policíaco.Sin duda, lo que le impulsa a permanecer en pie es su activismo político antibelicista, su eterno inconformismo y sus inacabables proyectos musicales. Desde su proverbial timidez, no entiende la vida si no es para desgastarla. "Bebed agua y que Dios os bendiga. Os queremos", gritó anoche en Pedralbes como despedida.