En la década de 1880, un país destacó por su impresionante desarrollo naval y se posicionó como una fuerza dominante en Sudamérica. Su poderío quedó demostrado cuando su crucero más famoso, considerado el barco más moderno del mundo en su momento, llegó a Panamá durante una revuelta separatista. Este despliegue naval fue una muestra clara de su capacidad militar y causó preocupación entre las potencias presentes, como Estados Unidos.
El presidente Domingo Santa María ordenó al comandante Juan López Lermanda operar en Panamá para proteger sus intereses y evitar la influencia estadounidense en la región. La llegada de su barco a la nación panameña causó sorpresa entre las tripulaciones francesas y estadounidenses presentes, quienes reconocieron las avanzadas capacidades del crucero sudamericano. Este episodio evidenció la creciente amenaza que ese país representaba para otras potencias mundiales.
Chile se consolidó como la principal fuerza naval de América Latina tras la Guerra del Pacífico (1879-1884). Este conflicto enfrentó a los chilenos contra Perú y Bolivia, y resultó en una victoria que expandió su territorio y reforzó su influencia en la región. La marina chilena se modernizó significativamente y adquirió buques de guerra avanzados que le permitieron establecerse como la potencia naval dominante en Sudamérica.
El crucero Esmeralda, lanzado en 1883, fue una pieza clave en esta modernización. Este buque, descrito como "el barco de guerra más fino, más rápido y más perfectamente equipado de su tamaño a flote" por la publicación neoyorquina Army and Navy Journal, representó un salto tecnológico significativo. Su velocidad y capacidad de fuego lo convirtieron en una herramienta de disuasión efectiva, capaz de desafiar a cualquier otra marina en el Pacífico.
El episodio más notable de esta rivalidad ocurrió en 1885, cuando la Esmeralda llegó a Panamá durante una revuelta separatista. El gobierno chileno, bajo la presidencia de Domingo Santa María, tenía órdenes claras para el comandante Juan López Lermanda: proteger los intereses chilenos y para asentar su hegemonía en la zona. La presencia de su corbeta en Panamá fue vista como una demostración de fuerza y causó preocupación entre las potencias presentes.
Las características innovadoras de la Esmeralda, como su velocidad máxima de 18.3 nudos y su artillería central de 10 pulgadas, lo convirtieron en una amenaza real para cualquier adversario. La oficialidad estadounidense, consciente de esta superioridad, mostró una vívida curiosidad por el crucero chileno y su avance tecnológico. Este incidente subrayó la capacidad de Chile para proyectar su poder naval y desafiar a Estados Unidos en su propia esfera de influencia.
Durante la Guerra del Pacífico, Estados Unidos intentó mediar en el conflicto entre Chile, Perú y Bolivia. En 1880, el USS Lackawanna fue el escenario de negociaciones mediadas por diplomáticos estadounidenses. Sin embargo, las gestiones fueron torpes y generaron falsas esperanzas en los vencidos, lo que contribuyó a endurecer las posiciones de las partes involucradas. La intervención estadounidense fue vista con recelo por Chile, que consideraba justa la anexión de territorios peruanos y bolivianos como indemnización de guerra.
Esta desconfianza se acrecentó con la postura del secretario de Estado James Blaine y su enviado diplomático, Steven Hurlburt, quienes apoyaron al gobierno provisional peruano de Francisco García-Calderón. La ocupación de Chimbote por fuerzas chilenas, ordenada por el almirante Patricio Lynch, fue una respuesta directa a esta intromisión. La acción demostró la determinación de Chile de mantener su dominio territorial y resistir la influencia estadounidense.
La llegada de la Esmeralda y el despliegue naval chileno en Panamá impulsaron a Estados Unidos a modernizar su propia flota en el Pacífico. El episodio sirvió como un llamado de atención, subrayando la necesidad de reforzar la presencia naval estadounidense en la región. En respuesta, el gobierno de Estados Unidos comisionó la construcción de nuevos buques, como el crucero Baltimore, lanzado en 1888. Este esfuerzo de modernización fue parte de una estrategia más amplia para asegurar la hegemonía estadounidense en el Pacífico y contrarrestar el crecimiento naval de Chile.
El incidente del USS Baltimore en Valparaíso en 1891, donde murieron dos marinos estadounidenses, marcó el fin de la supremacía naval chilena. Las tensiones resultantes y la amenaza de guerra con Estados Unidos llevaron a Chile a reconsiderar su posición y a ceder ante las demandas estadounidenses. Este episodio evidenció los límites del poder naval chileno frente a una potencia emergente como Estados Unidos y puso fin a su breve periodo de dominancia en el Pacífico.