Las actas de la última reunión del Banco Central Europeo (BCE) evidencian las presiones internas contra las bajadas de los tipos de interés. El relato oficial de las discusiones dentro del Consejo de Gobierno de la institución monetaria, publicado este jueves, recoge “una visión disidente” que se opuso al primer alivio a las condiciones de financiación en la eurozona a principios de junio.
La corriente “disidente” a la que hacen referencia las actas del BCE sostiene que “los datos que se recibieron desde la última reunión [en mayo] y los riesgos al alza para la inflación no respaldaban la idea de recortar los tipos de interés”.
“En particular, las presiones actuales sobre los precios, evidentes en los datos recientes, muestran una rigidez de la inflación, que podría verse exacerbada por varios riesgos geopolíticos diferentes. Además, una disociación de la trayectoria de los tipos de interés estadounidenses podría aumentar las presiones inflacionarias a través de los efectos del tipo de cambio”, añaden las actas sobre esta “corriente” interna que se posicionó en contra de la decisión de bajar el 'precio' oficial del dinero del 4,5% al 4,25%.
Según las mismas actas, esta decisión se justificó porque “se consideró apropiado moderar el grado de restricción de la política monetaria después de nueve meses de mantener estables los tipos. Desde la reunión de septiembre de 2023, la inflación ha caído más de 2,5 puntos porcentuales y las perspectivas han mejorado notablemente”.
El Consejo de Gobierno del BCE lo conforman los gobernadores de cada banco central de los países del euro (fue la última ocasión que acudió Pablo Hernández de Cos en representación del Banco de España) y el comité ejecutivo que lideran la presidenta Christine Lagarde y el vicepresidente Luis de Guindos.
El debate interno que reflejan las actas pone en duda en que el BCE siga aliviando las condiciones de financiación en su reunión del 18 de julio. La institución europea arrancó su ciclo de austeridad monetaria para luchar contra la inflación en julio de 2022, hasta llevar los tipos de interés al 4,5% en el otoño pasado, un máximo no visto desde 2008 que se ha trasladado al Euríbor y, por tanto, al coste de hipotecas y del resto de préstamos, asfixiando a familias y empresas. Este daño es parte de la estrategia de los bancos centrales.
En el foro de política monetaria de Sintra, coincidieron Lagarde y su homólogo en la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Jerome Powell. Ambos expresaron que tienen margen para “tomarnos nuestro tiempo”.
El principal argumento es “la fortaleza del mercado laboral” y la resistencia del crecimiento económico en general, pese a que sendos banqueros centrales reconocen que los datos de inflación son buenos. En la eurozona, este mismo martes, se conoció que las subidas de precios se moderaron al 2,5% en junio [el objetivo teórico es el 2%].
Sin embargo, Lagarde insiste en que la bajada de la inflación hasta final de año será “accidentada” y muestra una especial preocupación por la inflación de los servicios. “La incertidumbre sigue siendo alta [incluida la 'guerra' comercial con China y la política, aunque no se quiso pronunciar directamente sobre la victoria electoral de la extrema derecha en Francia] y los datos económicos serán la guía más importante”, incidió. En varias ocasiones, ha recordado que las estimaciones no ven a la inflación en el objetivo teórico del 2% hasta el segundos semestre de 2025.
En la apertura del foro de Sintra, Christine Lagarde advirtió de que, “dada la magnitud del shock de inflación, todavía no está garantizado un aterrizaje suave”. El 'soft landing' [en inglés] es uno de esos eufemismos de la economía que significa exactamente estancamiento de la actividad o contracción leve. Sería la forma de definir el frenazo que se ha sufrido en el conjunto de la eurozona y, sobre todo, en Alemania, en los últimos trimestres, en los que España ha destacado como la excepción positiva.
En este “aterrizaje suave”, o incluso con el crecimiento de nuestro país, las familias han sufrido una fuerte pérdida de poder adquisitivo y el doble golpe de las subidas de los tipos de interés. Pero la presidenta del BCE avisa de que podía ser peor: “Si analizamos los ciclos históricos [de austeridad monetaria] desde 1970, podemos ver que cuando los principales bancos centrales subieron las tipos de interés mientras los precios de la energía eran altos, los costes para la economía fueron generalmente bastante elevados”.
“Sólo alrededor del 15% de los 'aterrizajes suaves' exitosos en este período (definidos como evitar una recesión o un deterioro importante del empleo) se lograron después de shocks en los precios de la energía”, añade.
“Pero hasta ahora este ciclo no ha seguido los patrones anteriores. La inflación alcanzó un nivel mucho más alto que en anteriores aterrizajes suaves, pero también se desaceleró más rápidamente. El crecimiento se ha mantenido dentro del rango de los episodios anteriores de aterrizaje suave, aunque cerca del límite inferior de ese rango. Y la evolución del mercado laboral ha sido excepcionalmente benigna”, explica Lagarde.
Un análisis que, según prosigue, “nos permite tomarnos el tiempo necesario para recopilar nueva información, pero también debemos tener en cuenta que las perspectivas de crecimiento siguen siendo inciertas. Todo esto respalda nuestra determinación de depender de los datos y tomar decisiones políticas reunión tras reunión”.
La gran contradicción está en que admite que, en el pico, los shocks de oferta fueron tres veces más importantes que los de demanda a la hora de explicar la desviación de la inflación respecto de su media. Aún así, “la política monetaria tenía que enviar una señal clara de que no se tolerarían sobrepasar permanentemente la meta de inflación [el 2%]”, incide.