La Araña Negra fue, en aquellos tiempos de dictadura del proletariado y otros ismos, un prodigio que saltaba los cánones de una sociedad colectivizada y embrutecida. Sus reflejos no pudieron parar el cabezazo de Marcelino cuatro años después, pero un borrón no malogra al buen escribano -o algo así-, y tirando de la moviola que dejan las redes y los más viejos, en Lev Yashin, moscovita y bello, se ve que inventó ese concepto de la felicidad entre los tres palos. Dejó un rosario de palomitas, de despejes de puño y de demás trucos sin conejo en el acervo de los porteros; de allí a la eternidad. En su caso, al blanco y al negro que nos queda, él le...
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