La movilización ciudadana de ayer por el Día del Orgullo ha sido multitudinaria. En 35 ciudades del país se ha repetido esta conmemoración que recuerda tiempos de discriminación, pero apunta a mejores horizontes, que sean aún más diversos. Se trata no solo de declararnos una sociedad democrática y abierta, sino de vivir en una en la que se desayuna con tolerancia y se cena con inclusión.
No solo el país de todas las sangres, sino el destino común de hombres y mujeres que no son extraterrestres, sino ciudadanos con iguales derechos y obligaciones. Aún no logramos encontrar los caminos de esa convivencia, aún quedan rezagos de odio que se expresan violentamente contra la comunidad LGTBQ+. Pero estamos en la obligación de seguir avanzando.
Estas movilizaciones son, por ello, necesarias. Se propone transparentar la situación y exponerla públicamente para que se adopten políticas y se respeten derechos. Más de 500 personas de la comunidad LGTBQ+ han sido asesinadas en circunstancias que incluyen también los crímenes de odio, es decir que la opción sexual de la víctima haya sido el motivo del ataque. Estas son cifras que deben destacarse y conocerse para motivar políticas que las reduzcan y desaparezcan.
La discriminación de cualquier grupo humano o persona individual no puede ser admitida ni naturalizada en la sociedad. Los valores de tolerancia y de respeto mutuo resultan indispensables en medio de tanta polarización y violencia. Un asistente de las movilizaciones programadas al ser entrevistado nos dice: “Existimos, no somos parte de un problema, somos parte de la humanidad”. Así lo creemos y apostamos por la tolerancia y la igualdad.