La desconvocatoria de la huelga del taxi fue el triunfo de todas las partes. De los sevillanos, totalmente dependientes de su servicio en la capital del tercermundismo de los transportes públicos. Del Ayuntamiento, que bastante tiene con un bloqueo político como para asumir una nueva crisis. Y de los manifestantes, cuyas legítimas reivindicaciones no serían esta vez comprendidas por unos ciudadanos que siguen desconociendo –gracias a Dios– que el sistema de compraventa de licencias está intervenido por un régimen a todas luces obsoleto y falto de transparencia. No deja de ser curioso que un gobierno al que la oposición acusa de «soberbia» y de falta de consenso haya convencido a una asociación sobre la que históricamente pesan los paralelismos con...
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