El líder demócrata, Joe Biden, y el candidato republicano, Donald Trump, llegan al debate de este jueves empatados en los sondeos a nivel nacional, pero con el expresidente por delante en la mayoría de los estados que decidirán [[LINK:TAG|||tag|||6336142b1e757a32c790bac6|||las elecciones del próximo 5 de noviembre]]. Según la media de encuestas del portal FiveThirtyEight, Trump tiene un 41 por ciento de intención de voto, frente al 40,9 por ciento de Biden, que ha recuperado terreno en las últimas semanas y que depende de una buena actuación esta noche para mejorar su posición en los sondeos y despejar algunas dudas sobre su capacidad para gestionar un segundo mandato con 81 años. Las proyecciones sitúan a ambos candidatos dentro o a muy poca distancia del margen de error, por lo que la actuación en el debate puede ser decisiva para cambiar la tendencia y orientar a los votantes.
El cara a cara será histórico, no solo porque llega antes de las convenciones de ambos partidos –de hecho, nunca antes se había celebrado un debate antes de septiembre–, sino por la edad de los candidatos. Es también el primero que no organiza la Comisión de Debates Presidenciales desde 1988, y el primero desde el debate televisivo inaugural de 1960 entre John F. Kennedy y Richard Nixon que no tiene público. Estas son las claves del duelo de 90 minutos que será emitido en horario de máxima audiencia desde los estudios de la CNN en Atlanta.
Ambos candidatos tratarán de poner el foco en las debilidades de su rival. Trump ha sido declarado culpable de 34 delitos graves, y su sentencia está prevista para el 11 de julio. Esta semana se cumplieron dos años desde que el Tribunal Supremo anuló el caso Roe contra Wade, una decisión de la que el magnate se ha atribuido el mérito. Como presidente, nombró a tres jueces conservadores que votaron a favor de eliminar el derecho constitucional al aborto, lo que provocó una reacción política incluso en alguno de los estados más conservadores. De cara a un segundo mandato, el republicano ha amenazado con procesar a sus enemigos políticos e [[LINK:TAG|||tag|||63361aa1ecd56e361693272b|||indultar a los condenados por asaltar el Capitolio el 6 de enero de 2021]], unas promesas que han hecho saltar las alarmas sobre el futuro de la democracia estadounidense y el mantenimiento del Estado de Derecho.
Biden, por su parte, tendrá que enfrentarse al profundo desgaste de su Gobierno. El descontento por su gestión de la economía y la crisis fronteriza con México, además de su postura en la guerra israelí en Gaza, es palpable. El inquilino de la Casa Blanca encara también ciertas dudas sobre si tiene la resistencia y la salud cognitiva necesarias para dirigir el país durante otros cuatro años. Una actuación enérgica –como la que exhibió durante el debate del Estado de la Unión– podría disipar algunas dudas.
En este sentido, antes del debate del jueves, Trump y su equipo se han esforzado por moderar las expectativas sobre Biden, después de poner el listón tan bajo que incluso algunos conservadores advirtieron de que el presidente demócrata superaría las expectativas si conseguía simplemente mantenerse despierto durante los 90 minutos. El trumpismo ha retratado a Biden como un presidente frágil y tembloroso, llegando a difundir incluso vídeos manipulados. Pero Trump tiene también un registro de divagaciones y meteduras de pata durante los discursos de campaña.
Ambos candidatos tienen un historial presidencial que defender y una visión del segundo mandato que ofrecer. Es probable que Biden utilice las propias palabras de Trump en su contra, argumentando que el expresidente es un grave riesgo para los derechos reproductivos y la democracia estadounidense. En cuanto a la inmigración, el presidente dispone de nuevos datos que demuestran que el número de encuentros en la frontera suroeste ha disminuido de forma constante desde que entraron en vigor sus restricciones al asilo. También ha puesto en marcha recientemente nuevas medidas para ampliar las vías de acceso a la ciudadanía de las personas que viven en Estados Unidos sin documentación.
Trump, por su parte, necesita apelar a los votantes indecisos y a los republicanos moderados que le abandonaron en 2020 pero que están descontentos con la situación actual del país. No es probable que les convenzan los insultos personales y las teorías conspirativas. En lugar de rescatar afirmaciones infundadas sobre el fraude electoral de 2020 o reaccionar de forma airada a sus problemas legales, este perfil de votantes querrá saber si tiene un plan de gobierno coherente.
Para muchos votantes, los problemas legales de Trump quedan eclipsados por sus preocupaciones sobre la economía, la inmigración, el derecho al aborto y el estado de la democracia. Pero hay indicios de que la condena penal preocupa a algunos votantes, sobre todo a los independientes y a los indecisos, que podrían determinar el resultado de las elecciones. En este sentido, existe un intento debate entre los demócratas sobre la importancia que Biden debe de dar a las condenas de Trump. Hasta la fecha, el presidente se ha mostrado muy comedido sobre el tema para evitar cualquier apariencia de interferencia política, aunque eso no ha impedido que el candidato republicano lo haya denunciado. Con la excepción de unas pocas insinuaciones en actos de campaña, Biden está dejando que sean sus aliados los que ataquen de forma agresiva el historial legal de Trump.
En este apartado, Trump también podría cargar contra el hijo del presidente, Hunter Biden, condenado hace algunas semanas por tres cargos relacionados con la compra de un arma. El exmandatario y sus aliados republicanos han tratado de vincular los negocios de Hunter en el extranjero con el líder demócrata, aunque no han encontrado ninguna prueba sobre esta acusación.
El evento, organizado por la CNN y moderado por los presentadores de la cadena Jake Tapper y Dana Bash, elude a la Comisión no partidista de Debates Presidenciales, que establece habitualmente el calendario y las reglas del debate. El cara a cara durará 90 minutos, con dos pausas publicitarias programadas. Según las condiciones, acordadas por las dos partes, se celebrará en un estudio de Atlanta sin público, lo que privará a Trump de la respuesta en tiempo real que tanto ansía de sus partidarios. Los micrófonos de los candidatos se silenciarán cuando no sea su turno de hablar, en un intento de minimizar el caos en el escenario que desbordó su primer debate en 2020.
No habrá discurso de apertura. Una moneda al aire determinó la ubicación del podio y el orden de las declaraciones finales. La campaña de Biden eligió el podio que aparecerá a la derecha de las pantallas de los telespectadores, mientras que la campaña de Trump optó por pronunciar su alegato final en último lugar. Además, el aspirante independiente Robert Kennedy Jr. no cumplió los criterios de elegibilidad de CNN, que incluían obtener al menos un 15 por ciento de apoyo en cuatro encuestas de alta calidad y aparecer en suficientes papeletas estatales para alcanzar los 270 votos electorales.
Seis de cada 10 estadounidenses dicen que es «extremadamente» o «muy» probable que sintonicen el debate en directo, o que vean partes del mismo después, o que lean o escuchen análisis de su actuación, según una nueva encuesta de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research. También se constató que los partidarios de ambos candidatos consideran importante el debate. Los estadounidenses están profundamente polarizados y el universo de votantes abiertos a la persuasión –y que viven en el puñado de estados que decidirán las elecciones– es reducido. Muchas de esas personas lo verán, como los aficionados al deporte, para animar a su candidato, mientras que otras puede que lo sintonicen simplemente por el espectáculo del enfrentamiento entre los dos candidatos presidenciales de los partidos mayoritarios más antiguos de la historia de Estados Unidos.
Como ya es tradición, ambas campañas proclamarán su éxito inmediatamente después del acontecimiento. En la medida en que ambas operaciones de propaganda puedan difundir contenidos que destaquen los momentos más destacados de su candidato –y los errores de su oponente–, tendrán razón. Pocos esperan que un repunte en las encuestas dure hasta el día de las elecciones. Por el contrario, una metedura de pata importante –incluso menor, dependiendo de cómo se presente y difunda– podría perseguir al candidato en Internet durante meses. Pero quizás, para los espectadores que hasta ahora han intentado mirar hacia otro lado, el debate aclare la elección y lo que está en juego este noviembre.