«Escucha y tiembla, pérfido Napoleón , al oír los generosos sentimientos por los que está penetrada España y, en especial, la provincia de Cataluña, de cuyo capital te has apoderado con horrendas mentiras. Por ello, Cataluña ha tenido animosidad para ser la primera en levantar su orgullosa cabeza y oponer una muralla impenetrable al infame yugo que ibas a poner a toda la nación. No sufrirán los catalanes tu cruel tiranía, pues saben quién eres para arder de cólera contra ti y disipar como el humo tus ambiciosos e infernales designios». Este editorial publicado en el número 6 de la 'Colección de papeles interesantes sobre las circunstancias presentes', un periódico editado en Madrid en 1808, refleja a la perfección los primeros momentos de la conquista de los franceses en aquella región al comienzo de la Guerra de Independencia. La región de la Península Ibérica que más tiempo estuvo bajo la ocupación francesa durante la Guerra de Independencia. En su ensayo 'El fin del Antiguo Régimen y la Industrialización (1787-1868)' , el historiador Josep Fontana defendía que «nunca estuvo conquistada del todo, pues dominaban las villas y ciudades, pero no las zonas rurales». Todo comenzó cuando las tropas del general Guillaume Philibert Duhesme entraron en Cataluña, con permiso de España, el 9 de febrero de 1808. El pretexto era impedir un desembarco inglés en Andalucía bajo la cobertura del Tratado de Fontainebleau , pero pronto comenzaron las sospechas, pues a este le seguieron otros tres ejércitos más. Cuatro días después, unos 5.000 hombres y 1.800 caballos entraron en Barcelona y eran bien recibidos por las autoridades locales, tal como se había ordenado desde Madrid. La situación, sin embargo, se complicó cuatro días después, cuando entraron en la ciudad 4.000 hombres más, sin que mostraran ninguna intención de marcharse y dirigirse a Cádiz, tal como habían prometido. La situación se tensó aún más cuando los franceses ocuparon la fortaleza de la Ciudadela y el castillo de Montjuic y comenzaron los primeros incidentes entre los vecinos y los franceses. Entre marzo y junio la convivencia se hizo insostenible, hasta que todo saltó por los aires al conocerse la cesión de la Corona por parte de Fernando VII en las 'Abdicaciones de Bayona'. Como en otras regiones de España, comenzó la guerra. El 2 de junio de 1808 se constituyó en Lérida la primera autoridad de la insurrección, Junta de Gobierno y Defensa, que estaba encabezada por el obispo, Jerónimo María Torres. En las jornadas siguientes se formaron juntas similares en las principales localidades catalanas, constituyendo así una especie de Gobierno alternativo al de las autoridades francesas en Madrid. El proceso culminó con la constitución de la Junta Superior de Cataluña con sede en Lérida, presidida por el obispo de la ciudad, y las victorias contra las tropas de Napoleón en las famosas batallas del Bruc . La guerra transcurrió en Cataluña con avances y retrocesos de ambos bandos en torno a Barcelona y las ciudades de la región. Hasta 1812, tan solo se produjo una especie de ocupación militar en la que se publicaron noticias tan alarmantes como esta de 'El Conciso' , editado en Cádiz: «Al saber la Junta Superior de Cataluña que Bonaparte pretendía sacar a 80 conscriptos de aquel principado como parte integrante del Imperio francés, ha publicado lo siguiente: 'Jóvenes catalanes, el tirano Napoleón ha decretado que 80 de vosotros seáis inmediatamente conducidos a Francia para aumentar sus ejércitos. Con una requisición como la que sufren sus esclavos de Francia, Italia, Alemania y Polonia, quiere que seáis enmanillados para ser transportados a derramar vuestra sangre en las riberas del Danubio. Abrid los ojos». José I Bonaparte, ya nombrado Rey, no envió un comisario a Cataluña hasta marzo de 1809, el médico afrancesado José Garriga Buach. Pero el 8 de febrero de 1810, Napoleón promulgó un decreto sin consultar a este, con el que ponía bajo su jurisdicción directa a Aragón, Navarra, Vizcaya, además de Cataluña, que a partir de entonces estarían regidas por comandantes militares galos y le mandarían al emperador los impuestos recaudados en la zona. Por último, nombró gobernador de Cataluña al mariscal Augereau a espaldas de su hermano, el cual comenzó a lanzar proclamas en catalán y francés anunciando la formación de un Gobierno del Principado y haciendo referencia a las viejas glorias de los catalanes, a los que llamó «los franceses de España». Napoleón fue poco a poco haciéndose con el poder de la región e intentado ponerla en contra del resto de los españoles, prometiéndoles una especie de falsa independencia que algunos historiadores y políticos separatistas actuales siguen tergiversando y utilizando en favor de su causa. De hecho, en 2019, la Universitat Nova Historia y el Institut Nova Historia (INH) reunió a una serie de investigadores revisionistas en la localidad tarraconense de Montblanc, que sostienen que España nunca ha existido como nación y que Cataluña es un Estado desde hace más de 1.000 años. Con respecto a la Guerra de Independencia contra los franceses, además, el director del INH, Jordi Bilbeny , distribuyó un artículo entre los participantes en el que lanzó la siguiente bomba: «Los franceses no vinieron de vacaciones a España, sino que la invasión formaba parte de una estrategia política catalana para recuperar algo del viejo Estado autónomo que los Borbones aniquilaron». Es decir, la teoría defiende que Napoleón, influenciado por los catalanes, invadió la Península para que los independentistas recuperasen un Estado que, en realidad, no había existido. Lo que sí ocurrió durante aquellos días de ocupación francesa en Cataluña y en el periodo del gobierno de Augureau fue la promoción de hablar y escribir en español y el establecimiento del catalán como la lengua oficial de la región junto con el francés. El emperador galo seguía intentando expandir sus tentáculos. «La patria catalana va a renacer de sus cenizas. Napoleón el Grande os va a dar un nuevo ser», podía leerse en el 'Diario de Barcelona', en una nota redactada por Tomàs Puig, firme partidario de la incorporación de Cataluña al Imperio francés. Como consecuencia de ello, las actas del Ayuntamiento de Barcelona se escribieron en catalán y el mismo 'Diario de Barcelona', que era el periódico oficial del Gobierno regional cambió su nombre por el catalanizado 'Diari de Barcelona'. Fontana aseguró en su ensayo que, no obstante, «el intento de 'catalanización' tuvo muy poco eco entre los catalanes». El historiador cree que, en realidad, era difícil que los conquistados apoyasen las propuestas de aquellos que habían irrumpido sin permisos en sus tierras y, en muchas ocasiones, les trataban con desdén y abusaban de ellos, como ocurría también en Madrid y en el resto de España. Augereau fue sustituido por Étienne Jacques Joseph Macdonald y en mayo de 1810 y lo primero que hizo, viendo el poco éxito que tuvo su medida, fue recuperar el castellano como lengua oficial junto con el francés y preocuparse de los asuntos de la guerra. No le fue mal del todo, porque a finales de 1811, la ocupación francesa de Cataluña se pudo dar por concluida, con la consiguiente integración de sus tierras en el Imperio napoleónico. El 26 de enero de 1812, Napoleón promulgó el decreto que lo hacía oficial y dividió el Principado en cuatro departamentos con Montserrat como capital de Barcelona; Ter, como capital de Gerona; Bocas del Ebro, como capital de Lérida, y Segre, como capital de Puigcerdá. En este nuevo periodo no solo continuó la prohibición del castellano, sino que el nuevo Gobierno fue conocido como Govern de Catalunya y se prohibió la bandera de España. En los ayuntamientos se arriaron las banderas francesa y catalana. El mismo Tomàs Puig escribió un 'Plan de organización política para Cataluña' en el que defendió la abolición del español y la implantación del catalán y el francés como idiomas oficiales y se lo envió a Augureau como muestra de su apoyo. En él apuntaba cosas como las siguientes: «El idioma castellano después del Decreto de nueva planta en 1713 se usaba de manera forzosa en los tribunales por ser lenguaje del Gobierno o de la nación dominante. Se adularia al pueblo escribiendo e imprimiendo en la lengua que habla [en referencia al catalán] [...]. La lengua castellana ha servido y sirve para publicar las órdenes y papeles incendiarios de la revolución. El idioma catalán es más análogo al francés que al castellano. Las Constituciones de Cataluña, las actas modernas de los notarios, como contratos, testamentos, inventarios, se escriben en Catalán. El mismo catecismo se enseñaba en catalán [...]. A pocos se había enseñado la gramática castellana, solo se hablaba por practicar el idioma. Pocos catalanes hablan perfectamente el castellano y conocen a fondo el genio y la naturaleza de ese idioma. La mayor parte de los catalanes no lo entienden y casi tan fácil les sería la inteligencia del francés como de dicho idioma». Pero los sucesores de Augereau en el cargo de gobernador de la región tuvieron que recuperar el castellano como lengua oficial junto con el francés, ante el poco éxito de la medida… y sentarse en la guerra, que no les iba también. A pesar de todas sus estrategias para ganarse a los catalanes para su causa y ponerlos en contra de España, los hombres de Napoleón no tuvieron en cuenta una cosa: que Cataluña tampoco quería a los invasores franceses.