Aunque el volumen de agua es constante e inagotable, no se encuentra distribuido homogéneamente en el planeta.
Hay tres tipos de escasez. El primero es la escasez física, que limita las fuentes para el uso y el consumo, el riego, la actividad industrial u otras necesidades. El agua, una vez usada, no se devuelve al medio.
La segunda es la escasez económica, o la ausencia de infraestructura para llevar agua a las viviendas, debido a las carencias económicas de los países subdesarrollados.
La tercera es la falta de disponibilidad de agua de buena calidad a causa de la contaminación ocasionada por el desarrollo de la industria, el mal saneamiento y el incremento de la población.
Según los recursos de agua dulce internos renovables per cápita en metros cúbicos de 175 países, reportados por las estimaciones de población del Banco Mundial y el IndexMundi, entre las primeras 30 naciones con más agua dulce interna (caudales de ríos y agua freática originada por lluvias) se encuentran Guyana, Surinam, Perú, Chile, Colombia, Belice, Panamá, Venezuela, Brasil, Bolivia, Uruguay, Ecuador, Nicaragua y Costa Rica.
No obstante, el mayor volumen per cápita en metros cúbicos de agua dulce no concuerda con las coberturas de agua para el uso y el consumo humano a través de cañerías, y los porcentajes de población abastecida sin contaminación microbiana.
Por ejemplo, según el informe de la Organización Mundial de la Salud en conjunto con la Unicef, del 2023, Costa Rica, con datos del 2022, tiene un 99% de cobertura de agua a través de cañerías, de la cual el 93% es abastecida sin contaminación microbiana.
En este aspecto, supera a 13 naciones, excepto a Chile, que cuentan con mayores recursos de agua dulce internos renovables per cápita. Es decir, el agua dulce no necesariamente es igual a la cobertura con agua potable.
La ampliación de los servicios de agua potable se traduce en la primera vacuna social contra las infecciones de origen hídrico, por lo cual las políticas deben asegurar el agua, el saneamiento y la higiene de las personas.
El autor es microbiólogo y salubrista público, director del Laboratorio Nacional de Aguas del Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA).