Hablemos de élites. El término atesora, en parte, el viejo concepto de aristocracia, evolucionado ahora, si tomamos la palabra en sentido estricto, desde aquella nobleza estamental y jurídica a otra que no depende tanto de la sangre como del mérito. Al menos, eso creíamos los hombres y mujeres a los que nos ha tocado transitar el tiempo a caballo entre el siglo XX y el siglo XXI.