Son las siete de la tarde y, a pesar del abrasador calor, decenas de personas han venido hasta Propilea , uno de los puntos más céntricos de Atenas, para pedir justicia por el naufragio en aguas abiertas de Pylos en el que perdieron la vida más de 600 personas. Entre el gentío nos encontramos con Inzman y Haseeb , pakistaníes procedentes de Cachemira que hace un año consiguieron salvar la vida tras mantenerse a flote durante más de una hora. «Aún seguimos en Malakasa y no sabemos cuándo nos van a conceder el asilo; lo único que nos dicen es que tenemos que esperar», explican los dos jóvenes de 22 años. Un año después del fatídico naufragio , en Malakasa aún permanecen una veintena de los supervivientes, 5 de ellos de nacionalidad pakistaní. Inzman, Haseeb, Rana y Zeeshan comparten barracón en Malakasa, donde reciben una ayuda mensual de unos 70 euros, dos litros de agua, una comida diaria y comparten médico con otras dos mil personas. Los cuatro jóvenes de entre 22 y 28 partieron de Pakistán entre 5 y 8 semanas antes de que el Adriana se hundiera en la fosa abisal Calipso. Durante ese tiempo, permanecieron en pisos clandestinos en varias ciudades de Libia. Inzman, Huseeb y Rana partieron desde Cachemira junto con otras 26 personas con intención de llegar a Italia, pero solo ellos consiguieron sobrevivir. En Malakasa, con Zeeshan, un compatriota de 28 años que también consiguió salvarse, forman una pequeña familia , «casi como hermanos», compartiendo su día a día y las escasas salidas que el grupo de amigos hacen a Atenas para juntarse con otros compatriotas. En la céntrica plaza de Atenas, los manifestantes cortan la avenida de Panepistimio y comienza el acto de protesta. Zeeshan tiene el turno de palabra: «Soy Zeeshan Sarwar, superviviente del naufragio. Un año después aquí estamos para decir que sabemos que ellos nos hundieron (…). Estuvimos allí 15 horas y ni siquiera intentaron salvarnos , nos miraban desde arriba y desde abajo, pero no nos ayudaron, no hicieron nada para salvarnos» , explica visiblemente indignado el joven. «¿Qué instrucciones tenían? Durante 15 horas no nos ayudaron, y por la noche, a las dos de la madrugada, provocaron que nos ahogáramos. Queremos respuestas aunque la única verdad es que ellos nos hundieron. Por eso pedimos que se haga justicia y sean castigados», continúa mientras sus compatriotas asienten en silencio. «También queremos saber toda la verdad para que las familias de las víctimas mortales y de los desaparecidos sepan lo que pasó realmente». Tras el discurso de uno de los 9 egipcios que fueron acusados por tráfico de personas y de ser los autores materiales del naufragio, comienza la marcha que, tras recorrer las principales arterias de la ciudad, llegará a la plaza de Syntagma , el corazón de la capital helena. En varias ocasiones, los ánimos de los supervivientes se vienen arriba y comienzan a gritar al unísono «¿Que queremos? ¡Justicia! ¿Cuándo la queremos? ¡Ahora!». La cabecera avanza rápido arrastrando con ella a unos cerca de 1.500 participantes (500 según la policía). Al llegar a la plaza de Omonia , decenas de turistas comienzan a hacer fotos a la manifestación como si de una atracción turística se tratase. Sin incidentes, llega a su fin y las calles de la ciudad vuelven a recuperar el tráfico. Nos sentamos en una cafetería y los cuatro jóvenes comienzan a hacer balance de los últimos 12 meses. En sus estados de whatssap y en sus perfiles de TikTok han subido imágenes y vídeos de sus primos y amigos que no consiguieron sobrevivir. «Mi mejor amigo, Asam, está entre los desaparecidos» , explica Iznman. «A mí no me dejaron ir a la morgue para identificar el cadáver de mi primo», dice Zeeshan, que aún tiene dudas si sus restos mortales están entre los 8 cuerpos recuperados y que las autoridades griegas no han conseguido identificar. Al preguntarles si recomendarían a sus compatriotas, amigos y familiares emigrar como ellos lo hicieron hace un año, al unísono dicen que no. «Yo les diría que se quedasen en Pakistán y que luchen por cambiar el futuro del país» , añade Rana, estudiante de ingeniería que perdió a su madre cuando tenía tan solo 3 años. Se empieza a hacer tarde y los teléfonos de todos ellos empiezan a sonar. «Es mi padre, solemos hablar por la noche antes de que se vaya a dormir». En la pantalla aparece el rostro sonriente de su padre que nos saluda cordialmente en urdu. «Lo primero que voy a hacer cuando me concedan los papeles es ir a ver a mis padres», dice Iznman. En cuanto a los planes de futuro, todos ellos desean que su expediente se resuelva lo antes posible para poder continuar con su vida. «Vinimos a Europa para trabajar y enviar dinero a nuestras familias , pero ahora son ellos los que nos tienen que ayudar a nosotros porque no podemos trabajar», comenta Haseeb. «A mí no me importaría encontrar un trabajo como mecánico de automóviles y quedarme en Grecia», explica Iznman, mientras que los demás aclaran que preferirían ir a Alemania, Francia o España cuando consigan los ansiados papeles.