"No importa cuándo empiece la Fed a bajar las tasas. Lo que en realidad importa es dónde terminan". Esta es una de las opiniones que más se escuchan en Wall Street.
A primera vista, este consejo sirve de advertencia oportuna para los numerosos participantes en el mercado que ahora mismo están obsesionados por saber si la Fed, más relajada por los últimos datos de inflación, iniciará su ciclo de recorte de tasas en septiembre o esperará más tiempo, como dieron a entender varios funcionarios de la Fed la semana pasada.
Sin embargo, esta opinión pasa por alto la importancia del momento en que se produzca el primer recorte. En las circunstancias actuales, el momento tiene una enorme importancia para conocer la magnitud acumulada del ciclo y la salud de la economía.
Por qué a los mercados les gusta ver nuevas caras en la política
Según el argumento habitual sobre la importancia del momento, el primer recorte de tasas permite a los mercados valorar la totalidad del ciclo de recortes con mayor confianza. Esto parece menos importante dada la excesiva dependencia actual de los datos por parte de la Fed, que se ha abstenido de adoptar una visión estratégica y, lamentablemente, parece poco probable que cambie este enfoque a corto plazo.
Esta falta de anclaje político ha privado a los mercados de renta fija de una importante guía. Esto se aprecia en el comportamiento de los rendimientos de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, ya sea el bono a dos años, sensible a la política monetaria, o el bono a 10 años, que refleja una visión más completa del mercado sobre el ciclo de tasas en su conjunto, así como sobre los resultados en materia de inflación y crecimiento.
Sólo en las cuatro semanas anteriores a la última reunión de política monetaria de la Fed, el rendimiento a dos años sufrió fuertes fluctuaciones: subió hasta casi el 5%, luego cayó 0,26 puntos porcentuales, aumentó 0,18 puntos y volvió a caer 0,22 puntos hasta un mínimo del 4,67%. El rendimiento a 10 años mostró una volatilidad parecida, aunque con magnitudes mayores.
El argumento más contundente a favor de la importancia del momento oportuno está relacionado con el estado de la economía. Cada vez más datos, aunque todavía no universales, señalan un debilitamiento económico, incluido el deterioro de los indicadores sobre las perspectivas. Esto ha coincidido con una importante reducción de los balances de las pequeñas empresas y los hogares con menores ingresos. Las vulnerabilidades, que probablemente aumentarán a medida que se consoliden los efectos retardados del ciclo de subas generalizadas de 2022-23, se producen en medio de una significativa volatilidad económica y política cíclica, así como de transiciones en ámbitos como la tecnología, la energía sostenible, la gestión de la cadena de suministro y el comercio.
También hay registros que apuntan a que un recorte de las tasas en el momento preciso contribuye a obtener mejores resultados económicos. Como explicó Bob Michele, de JPMorgan, en una entrevista en Bloomberg Television la semana pasada, un rápido recorte de tasas contribuyó en gran medida a un soft landing tras el ciclo de subas de tres puntos porcentuales de 1994-95, algo poco frecuente en la historia. Este precedente histórico debería proyectar una sensación de optimismo al apuntar que un recorte de tasas en el momento preciso podría conducir potencialmente a un resultado positivo similar en el panorama económico actual (una probabilidad de soft landing que yo sitúo ahora mismo en el 50%).
Dada la dinámica de la inflación, retrasar el primer recorte de tasas aumenta la probabilidad de que, en última instancia, la Fed tenga que recortar más para minimizar el riesgo de recesión. Este escenario invertiría el error inicial de la política de la Fed para 2021-22. Al creer equivocadamente que la inflación de entonces era "transitoria" y retrasar su decisión política, la Fed tuvo que subir las tasas bruscamente en más de 5 puntos porcentuales, incluidas cuatro subas sucesivas de 0,75 puntos porcentuales.
Para los economistas, la Fed hará solo un recorte de tasas este año
Si, esta ocasión, la Fed se ve obligada a un ciclo de recortes de gran envergadura debido a un retraso en el inicio y a la aceleración de la debilidad económica y financiera, también tendría que acabar recortando más de lo necesario en función de las condiciones a más largo plazo. Esto es consecuencia del anterior sobreimpulso al alza que dejó al descubierto aspectos de vulnerabilidad financiera y, a escala internacional, los desafíos políticos a los que se enfrentan muchos otros países.
Una vez más, los hogares vulnerables y las pequeñas empresas serían los más expuestos a este exceso. Los beneficios de tasas más bajas se verían eclipsados por un aumento de la inseguridad de los ingresos o un aumento alarmante del desempleo.
La tasa terminal del próximo ciclo de reducción de tasas de la Fed depende de cuándo comience. Cuanto más esperen los banqueros centrales para recortar, más se arriesga la economía a dañar innecesariamente sus perspectivas de crecimiento y su estabilidad financiera, lo que afectaría con especial dureza a los segmentos más vulnerables. En el proceso, la Fed volvería adoptar una política reactiva en lugar de una más estratégica que conduzca a la economía hacia el soft landing que muchos de nosotros esperamos y que el mundo necesita desesperadamente.