La ciudad de Ámsterdam aquella tarde-noche-estaba lluviosa. La niebla se mezclaba con el huno gris azulado que salía a borbotones de las chimeneas de sus casas. Aquel humo lánguido se hermanaba con el color ocre d, sus tejados. Era un día desapacible y frío, como cualquier día del duro invierno de los países de le Europa Occidental.