Esta columna iba a tratar sobre la “dictadura perfecta” en la que, según manifestó el viernes en San Carlos el presidente Rodrigo Chaves, hemos vivido desde 1948. Sin embargo, no debemos caer en la trampa: el mandatario no ha querido acomodarse a la institucionalidad democrática y, por eso, la ataca constantemente.
La estrategia de los populistas es desviar la atención de los problemas reales, aquellos que un discurso recargado de estulticia no va a resolver.
Entre lo apremiante para la sociedad están, por citar solo un ejemplo de muchos, las listas de espera y la propuesta de los especialistas de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) de trabajar solo dos horas al día. A ese ritmo, tomaría “una cantidad considerable de años caracol” —diría Julio Cortázar— responder a la demanda.
Más de 1,3 millones de personas figuran en alguna lista de espera para una intervención quirúrgica, una cita con el especialista o un diagnóstico. Más de 100.000 mujeres aguardan una mamografía y 35 pacientes del Hospital Nacional de Niños requieren una operación de corazón. La situación es tan seria que dos niños llevan siete años esperando. “Tal vez ya no sean niños”, reconoció Martha Rodríguez, representante sindical en la Junta Directiva, en la sesión ordinaria del jueves pasado.
No hay avance y “la gente está muriendo”, afirmó Marta Esquivel, presidenta de la institución. Aunque no dio cifras sobre defunciones, aun la hipérbole sería acertada si tomamos en cuenta el muro parcial contra la muerte levantado por la medicina privada, a donde acuden quienes cuentan con alguna posibilidad económica; o el servicio de emergencias de la propia institución pública, a donde llegan quienes se agravan y la atención jamás se les va a negar.
Pero Chaves siempre tiene a quien culpar para ocultar su inoperancia. En declaraciones a elmundocr, hace un año, aseguró que la prioridad del gobierno era dar una solución a las listas de espera... pero consideraba “que los sindicatos entorpecen el proceso”.
Mientras “la gente está muriendo”, Chaves busca superpoderes para manejar los fondos públicos a placer y emprender, igual que el Primer Magistrado carpenteriano, “su obra de edificador”. A este hecho y a complejos problemas como el de las listas de espera debe prestárseles la mayor atención, y no a exabruptos cuyo fin es la provocación.
La autora es editora de Opinión de La Nación.