Hoy, martes 18 de junio, el santoral de la Iglesia Católica conmemora a varios beatos y santos que han formado parte de la historia del cristianismo. Además de ser una forma de honrar a los santos y beatificados, también sirve como una guía para los católicos, que pueden encontrar inspiración en las vidas y obras de estos santos.
Entre los más destacados están:
En la historia de la Iglesia Católica, el nombre de San Marcelino ocupa un lugar destacado como un papa que enfrentó con valentía y fe inquebrantable las persecuciones de la época. Su pontificado, que se extendió desde el año 296 al 304 d.C., estuvo marcado por la crueldad del emperador Diocleciano, quien desató una ola de represión contra los cristianos.
Poco se conoce sobre los primeros años de vida de este santo. Se estima que nació en Roma a finales del siglo III y que, antes de ascender al papado, ejerció como presbítero en la Iglesia de Roma. En el año 296, tras la muerte del papa Marcelino, fue elegido como su sucesor, asumiendo el liderazgo de la comunidad cristiana en un momento crítico.
El mandato de San Marcelino coincidió con una de las persecuciones más severas contra los cristianos en el Imperio Romano. El emperador Diocleciano, decidido a erradicar el cristianismo, promulgó una serie de edictos que condenaban a muerte a los cristianos que se negaran a renunciar a su fe.
A pesar de las adversidades, San Marcelino se erigió como un líder valiente y compasivo para la comunidad cristiana. Se dedicó a fortalecer la fe de sus seguidores, animándolos a permanecer firmes en sus creencias incluso ante la amenaza de muerte. Se dice que él mismo visitó a los cristianos encarcelados, brindándoles consuelo y apoyo espiritual.
En el año 304, fue arrestado y llevado ante el tribunal de Diocleciano. Se le exigió que renunciara al cristianismo y adorara a los dioses paganos, pero él se negó rotundamente. Tras un juicio sumarísimo, fue condenado a muerte.
Marcelino fue decapitado, convirtiéndose en uno de los mártires más importantes de la Iglesia primitiva. Su muerte no solo lo elevó a la santidad, sino que también consolidó su legado como un símbolo de fe inquebrantable y valentía frente a la persecución.
Ciriaco y Paula fueron dos santos y mártires cristianos hispanorromanos, muertos en Málaga el 18 de junio de 303. Estos jóvenes, parte de la creciente comunidad cristiana de la ciudad, presidida por el obispo San Patricio, fueron víctimas de la décima persecución del emperador Diocleciano y Maximiano. Apresados y sometidos a tormentos para que renunciaran a su fe y adoraran a las divinidades paganas romanas, resistieron y fueron condenados a muerte. La ejecución tuvo lugar en el margen del río Guadalmedina, en el lugar conocido hoy como Paseo de Martiricos, junto al Estadio de La Rosaleda.
Los cuerpos de Ciriaco y Paula fueron recogidos por los cristianos malagueños tras un aguacero que impidió que fuesen quemados. Desde entonces, fueron venerados en la ciudad y en toda la Bética hasta el siglo XI. Los Reyes Católicos consagraron a San Ciriaco y Santa Paula una de las cuatro parroquias fundacionales tras la toma de Málaga en la Guerra de Granada (1487), y en 1490 los designaron patronos de la ciudad. En 1494, los incluyeron en el escudo de Málaga.
La devoción a los Santos Mártires se atribuye a una presencia sobrenatural previa a la incorporación de Málaga a la Corona de Castilla. Según la tradición, los Reyes Católicos estaban planificando su campaña militar para conquistar Málaga cuando un monje jerónimo, Fray Juan de Carmona, les comunicó una premonición: si fundaban una iglesia bajo la advocación de San Ciriaco y Santa Paula, la victoria sería suya. Otra versión sugiere que tras la conquista de Málaga, los Reyes Católicos recuperaron una tradición secular en torno al martirio de estos jóvenes.
El escudo de armas de Málaga, otorgado en 1494, incluye la imagen de San Ciriaco y Santa Paula junto a la torre de Gibralfaro. Las festividades en honor a los Santos Mártires han evolucionado a lo largo de los siglos. Durante cinco siglos, la festividad estaba vinculada al Ayuntamiento, que organizaba procesiones y otros eventos. La primera referencia escrita sobre estas celebraciones data de 1507.
En 1582, un voto solemne declaró día festivo el 18 de junio, día de los Santos Mártires. En 1604, las imágenes de los santos, donadas por el Cabildo municipal, fueron procesionadas por primera vez. El obispo Juan Alonso de Moscoso López fundó en 1623 el Colegio Mayor de San Ciriaco y Santa Paula en Alcalá de Henares para jóvenes malagueños sin recursos.
La memoria a estos santos ha perdurado en la ciudad durante diecisiete siglos, reflejada en su amplio callejero. La Plaza de los Mártires Ciriaco y Paula y la calle Mártires se encuentran en el centro de Málaga, junto al templo parroquial de los Santos Mártires. Muy cerca está la calle Santos, donde según la tradición, los jóvenes se conocieron.
El Paseo de Martiricos, en el barrio de Ciudad Jardín, y la Barriada de Santa Paula también llevan sus nombres. Estos lugares, junto a los jardines dedicados a los Patronos, perpetúan su legado y devoción en la ciudad.
Ciriaco y Paula son un símbolo de resistencia y fe para los malagueños. Sus vidas y martirios representan la fortaleza de la comunidad cristiana en tiempos de persecución. La recuperación de sus historias y la incorporación de sus imágenes en el escudo de Málaga reflejan la importancia de estos santos en la identidad histórica y religiosa de la ciudad.
En conclusión, los Santos Ciriaco y Paula son figuras emblemáticas en la historia de Málaga, cuya devoción y legado han sobrevivido a lo largo de los siglos, marcando profundamente la cultura y la religiosidad de la ciudad. Su historia es un recordatorio de la valentía y la fe inquebrantable de los primeros cristianos y de cómo estos valores han sido honrados y preservados por generaciones de malagueños.