Desde el Nilo, desde el Ebro, desde el Po, o desde el Ródano o el Ceyhan. Todos ellos tienen un mismo destino final: el Mediterráneo. Y todos ellos vierten litros de agua y toneladas de plásticos que incluso ya se ven desde el espacio. Un estudio liderado por científicos de la Universidad de Cádiz y por miembros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Agencia Espacial Europea (ESA) han localizado los trazos de la basura que inundan el Mediterráneo. Con una superficie aproximada de 2,5 millones de metros cuadrados, este mar que baña las costas de tres continentes tiene una concentración de 1,25 millones de fragmentos de estos materiales por kilómetro. «Los plásticos tienen un origen humano inequívoco y predominan entre la basura marina flotante », explican los autores de la investigación. Este trabajo ha logrado trazar el mapa de este tipo de contaminación en el Mediterráneo, gracias a la combinación de satélites de observación de la Tierra, superordenadores y avanzados algoritmos. Bajo el análisis minucioso de cerca de 300.000 imágenes realizadas por los satélites de Copernicus de la Unión Europea han conseguido detectar la presencia del plástico en las aguas mediterráneas, a pesar de que los sensores de este programa satelital no están preparados para la captación de este contaminante. Esto es debido a que la cantidad en la superficie del mar rara vez es lo suficientemente alta como para generar una señal detectable desde el espacio, y es necesario que el plástico y otros residuos flotantes se agreguen en densas manchas de al menos una decena de metros de tamaño para que los satélites actuales puedan detectarlas. Montones de basura La investigación, coordinada por Andrés Cózar (Universidad de Cádiz) y Manuel Arias (Instituto de Ciencias del Mar del CSIC) , financiada por la ESA, por el Ministerio de Ciencia y por la Unión Europea, permitió detectar 14.374 hileras de plástico entre julio de 2015 y septiembre de 2021. «Hasta la fecha solo se han caracterizado unos pocos cientos, debido, principalmente, a las dificultades que encuentran estas estructuras de corta duración en el mar», explican los científicos en la investigación. «Es importante destacar que un sensor óptimo también permitiría tener en cuenta pequeñas manchas de basura dispersas (