Quizá ya has visto antes la imagen que abre este artículo y sepas de qué se trata. O quizá has comenzado a leer estas líneas porque precisamente no tienes idea de a qué sitio corresponde. Seguro que estamos de acuerdo en que llama poderosamente la atención, eso sin duda: efectivamente, eso es una cascada y esas son las casas de un pueblo. Un pueblo pequeño, lleno de encanto y a poco menos de una hora de trayecto al norte de la ciudad de Burgos.
Aquí, en la comarca del Páramo, en el valle del Sedano, Orbaneja del Castillo no es un pueblo más. Ubicado a orillas del río Ebro y con menos de 50 habitantes, es en realidad un tesoro natural y arquitectónico que atrae a visitantes de todos los rincones. Considerado Conjunto Artístico-Histórico desde 1993, este singular municipio, que luce con orgullo su título de villa desde que le fue otorgado por los Reyes Católicos, se asienta sobre un terreno kárstico modelado durante siglos por un agua que es la indiscutible protagonista.
En Orbaneja del Castillo vamos a ver calles empedradas y casas con balcones de madera, el trazado que mozárabes cristianos y judíos dejaron a su paso, cuevas y las paredes verticales de las hoces del cañón del río Ebro. Pero lo que no vamos a ver en Orbaneja del Castillo es, precisamente, el castillo. Pues aunque se sabe por las crónicas que hubo uno desde mediados del siglo XIV, nada queda ya de él.
Cuando aparcas en Orbaneja del Castillo y te bajas del coche lo primero que te llama la atención es el estruendo que el agua deja a su paso. Una enorme cascada se apodera del centro del pueblo, precipitándose escalonadamente entre sus casas, hasta que su agua desemboca un poco más abajo en el Ebro. Esta cascada de 20 metros, con su espectacular y singular ubicación, se ha convertido en tal seña de identidad que es capaz de atraer a visitantes curiosos nacionales e internacionales.
El agua cae dividiendo el pueblo en dos mitades, la Villa y la Puebla, y tras precipitarse sigue su curso de camino al Ebro pero no sin antes formar una serie de terrazas en forma de pozas de extraordinario color turquesa. Siempre, como todo el pueblo, rodeadas de una exuberante vegetación que las abraza con fuerza.
La famosa catarata de Orbaneja no está sola. La Cueva del Agua, de donde surge la cascada gracias al agua proveniente de un acuífero localizado en el subsuelo del Páramo de Bricia, es una visita obligada y no hay más que dirigirse a la parte alta del pueblo para dar con ella. Este sistema kárstico en el que se ubica la localidad, modelado por la acción del agua a lo largo del tiempo, alberga formaciones rocosas que rápidamente maravillan a los amantes de la geología. Además, las casas-cueva fueron un día viviendas construidas aprovechando las cavidades naturales de la roca, demostrando así el ingenio de los antiguos habitantes para adaptarse a su entorno.
Afluentes que llegan al Ebro hay muchos, pero con la espectacularidad que hace su entrada en escena este que atraviesa Orbaneja, no encontrarás ningún otro igual.
Hay quien deja el coche en uno de los aparcamientos que se han habilitado a lo largo de la carretera, se baja a hacer una foto de la cascada desde el puente, se sube en el coche y se va. Sin más. Así que hazte un favor y no seas uno de ellos, porque aunque el paseo que ofrecen las pequeñas calles de Orbaneja sea corto, esta villa de trazado medieval tiene mucho que contar.
La iglesia de San Juan Bautista, un sencillo pero encantador templo románico del siglo XIII, bien merece una visita. Su fachada y campanario se integran armoniosamente en el entorno rural, añadiendo un toque de serenidad al recorrido por el pueblo. Tampoco debemos pasar por alto edificios como la Casa Fuerte, que alberga el palacio de los marqueses de Aguilar, o la Casa de los Pobres, que fue un antiguo hospital en el siglo XVI. El enérgico fluir del agua motivó la instalación de molinos en el pueblo, pero de ellos queda prácticamente tanto como del castillo que da nombre a Orbaneja.
Si seguimos con las cuevas hay que pasarse por la Cueva del Azar, un poco por encima de la Cueva del Agua, pues guarda en su interior pinturas del Neolítico declaradas Bien de Interés Cultural en 1985.
Para aquellos que buscan vistas impresionantes, el Mirador del Cañón del Ebro es una parada esencial. A pocos minutos a pie desde el centro del pueblo, este mirador ofrece panorámicas espectaculares del cañón, con el río Ebro serpenteando entre imponentes paredes rocosas. El lugar perfecto desde el que fotografiar y descansar un poco.
Para quienes desean explorar más allá de Orbaneja del Castillo y su cascada, la región ofrece diversas actividades perfectas para completar un fin de semana por la zona. Las rutas de senderismo son especialmente populares, permitiendo descubrir el Cañón del Ebro y sus impresionantes formaciones geológicas. Una de las rutas más recomendadas es la del Desfiladero del Río Rudrón, que serpentea junto a este durante 9 km.
También se puede hacer el tramo del GR-99 que une Pesquera de Ebro y Manzanedo, aunque si lo que buscamos son las mejores panorámicas de las hoces, entonces lo suyo es optar por la ruta circular del Cañón del Ebro, que conecta Orbaneja del Castillo con Valdelateja a lo largo de 17 km.
Para gozar de un punto de vista totalmente diferente, el piragüismo en el río Ebro es otra opción más que recomendable. Remar por sus aguas tranquilas ofrece una perspectiva diferente del cañón y permite disfrutar de la tranquilidad y la belleza del entorno. Varias empresas locales proporcionan alquiler de kayaks y organizan rutas guiadas para una experiencia divertida y refrescante.
Y si queremos ir un paso más allá y conocer aún mejor la región, los alrededores de Orbaneja del Castillo están salpicados de otros pintorescos pueblos que merecen una visita. Valdelateja, San Martín de Elines y Pesquera de Ebro son solo algunos ejemplos de lugares con encanto donde se puede disfrutar de la arquitectura tradicional y la hospitalidad local.
Y por si fuera poco, otro de los motivos que nos pueden llevar hasta Orbaneja del Castillo es que la gastronomía de la región es un deleite para los sentidos. En los restaurantes locales se pueden degustar platos típicos de cuchara, independientemente de la época del año, pero también opciones como el lechazo asado, que es la especialidad de la zona. Nunca faltan la clásica morcilla de Burgos y los quesos artesanales, como el queso fresco de Burgos, acompañados de unos vinos locales que casan a la perfección. La calidad del producto y las técnicas de elaboración ancestrales hacen que cualquier comida aquí quede grabada para el recuerdo.